miércoles, 29 de septiembre de 2010

4309


Quería la habitación 2046, pero estaba ocupada. Tampoco pude quedarme en la 2047: acababa de cometerse un suicidio en ella. No me quedó más remedio que alojarme en la 4309.

Mi vida puede resumirse así: por más que me empeñe en conseguir algo, nunca lo consigo. Siempre me quedo con la segunda opción, con el premio de consolación que nadie quiere. Y lo peor no es quedarse en un segundo plano. Lo peor es desaparecer, confundido con el escenario.

Quería la habitación 2046 porque sabía que en ella iba a ocurrir algo; y si yo estaba en esa habitación, era muy probable que yo fuera parte de la historia. Pero no pudo ser. Y tampoco conseguí la de al lado, que de una forma u otra, también se vería metida en la historia. Las habitaciones vecinas son los testigos mudos de muchos secretos, y se ven implicadas aunque no lo deseen.  Mejor ser comparsa que personaje mudo, identidad a la que me relegó la habitación 4309.

Para escapar de la soledad de mi cuarto, a veces paseaba por los pasillos de la segunda planta. De la habitación 2046 me llegaba el sonido de las canciones de Nat King Cole cantadas en español. No entendía la letra, pero algo me decía que era importante comprenderla. Pregunté a una chica que era traductora alojada en la tercera planta si entendía las canciones, pero no sabía español. Nunca pude saber de qué trataban. Me limitaba a tararearlas cuando me afeitaba por las mañanas.

Al sonido de las canciones se unió pronto el de una máquina de escribir, que sonó durante meses con insistencia. Alguien golpeaba con furia las teclas, descargando la ira contenida, como si de ese modo exhorcizara sus miedos y rencores. Las sesiones terapéuticas continuaron durante meses, hasta que un día la máquina de escribir enmudeció. Y también la música.

Entonces todo mi interés por los paseos desapareció. Mi ánimo se vino abajo, y me encerré en mi habitación, la 4309. Empecé a alimentarme únicamente de piña enlatada. Y ya se sabe que no hay nada más triste que una lata de piña, especialmente si uno es actor secundario de su propia vida.