martes, 23 de noviembre de 2010

Mis ciclos de cine


Los ciclos temáticos de cine son un entretenimiento masoquista que inauguré en los inviernos michiganenses. Masoquistas porque sólo a mí se me ocurre hacer una integral "Todo Bergman" en el largo invierno del Midwest, o hacer coincidir la temporada de lluvias con el terror japonés, tan dado a utilizar el agua como elemento perturbador.

Aún así, creo que ha llegado el momento de recuperar el hábito, pues San Roque es un exilio a la altura de las circunstancias, y es la mejor forma de evitarles a mis amigos el suplicio de ver películas que sólo me gustan a mí.

Como no podía ser menos, y para que se note que me está costando un esfuerzo sobrehumano abandonar el calor (eléctrico) de mi hogar para ir a clase de francés, uno de los ciclos será "Cine francófono" (que de hecho he iniciado con resultados desiguales: Il y a longtemps que je t'aime me ha parecido fantástica, Le déclin de l'empire américain me ha parecido que ha envejecido fatal y que ha sido superada con creces por su segunda parte, Les invasions barbares). El otro ciclo, y que Dios nos coja confesados, será "Todo Buñuel". Tengo pendientes algunas que no he visto nunca (La vía láctea entre ellas) y otras, que me apetece ver de nuevo. Además, en algunas haré doblete porque serán en francés y de Buñuel, para rizar el rizo.

Ya os iré contando, porque la cosa promete. Tengo L'amour à mort en lista de espera...

viernes, 19 de noviembre de 2010

Camino de ida y vuelta



En su libro Habitaciones separadas (1994), Luis García Montero incluyó el poema "Aunque tú no lo sepas":

Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo
iluminado
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos...

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.

También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.

Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.

Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.
Así he vivido yo,
como la luz del sueño
que no recuerdas cuando te despiertas.

El cantautor Quique González, basándose en este poema, escribió la famosa canción del mismo título que cantó Enrique Urquijo:


Vídeo de Los Secretos

El poema de Montero también sirvió de inspiración a su mujer Almudena Grandes, que escribió el relato "El vocabulario de los balcones" contenido en su libro Modelos de mujer (1996), que transformaba el poema en una historia de amor entre una chica burguesa y un joven del extrarradio madrileño, que vuelven a encontrarse veinticinco años después de haberse conocido en el último año del instituto.

Por si fuera poco, el relato fue adaptado al cine en la película Aunque tú no lo sepas (2000) de Juan Vicente Córdoba, que protagonizan Silvia Munt y y Gary Piquer, y que no tuvo demasiado éxito.

Un largo camino que aún puede rizarse aún más si un escritor escribe una novela donde sus protagonistas leen el poema, escuchan la canción y ven la película. 

martes, 2 de noviembre de 2010

"Enemigos públicos", de Michel Houellebecq y Bernard-Henri Lévy



Me encantan las correspondencias (y cuando digo correspondencias no me refiero a equivalencias, sino a  epistolarios), y son mi debilidad: Gil-Albert y Emilio Prados, Stefan Zweig y Richard Strauss, Zenobia y Juan Ramón, Unamuno y Machado, Henry James, madame de Sévigné...  Así que un libro que nace como crrespondencia electrónica entre Houellebecq, el poeta maldito del siglo XXI, y Lévy, modelo del intelectual comprometido, no me puede dejar indiferente.

Dos voces, dos pensamientos, dos puntos de vista irreconciliables que se van desgranando a través del contacto mantenido por estos dos representantes de la cultura francesa contemporánea, y que a modo de partida de ajedrez, va desmadejando su hilo para atrapar al lector y atraparse ellos mismos en una dialéctica lucha donde cada respuesta es un nuevo asalto.

Si el diálogo nació como herramienta didáctica, este libro es un buen ejemplo de su utilidad. Cada tesis tiene su antítesis, cada afirmación provoca una réplica argumentada, y a medida que uno va leyendo, va comprendiendo que hay razones para ser un intelectual comprometido y también para no serlo, que hay motivos para vivir en el exilio y para quedarse a vivir en el terruño, que dependiendo del carácter, la personalidad y las experiencias vividas, un mismo hecho puede provocar reacciones contrapuestas.

Todos hemos conocido alguna vez a esa persona brillante, inteligente y reconocida en nuestro entorno, pero que tenía una manera de pensar diametralmente opuesta a la nuestra, y que a pesar de las cosas que pudieran unirnos, hemos preferido mantener alejada de nosotros. ¿Qué ocurriría si un día se nos planteara la posibilidad de mantener una correspondencia con esa persona, para discutir esos puntos que nos alejan e incidir en los que nos acercan? ¿Nos enriquecería la experiencia, nos permitiría conocernos mejor? Así es esta correspondencia. Sólo queda decidir si seremos un Houellebecq o un Lévy.