jueves, 3 de noviembre de 2011

El proceso creativo


La vida de Taikutsu era muy aburrida. Trabajaba en una oficina oscura donde rellenaba formularios monótonos sobre cuestiones triviales que a nadie importaban. Por las tardes, al salir del trabajo, tomaba su autobús de línea, se iba a su barrio residencial donde cenaba una insulsa cena precocinada que compraba en el supermercado decadente que estaba a la vuelta de la esquina.

Los fines de semana, limpiaba su diminuto apartamento, ponía la lavadora y hacía la compra para la semana. No le quedaba tiempo para mucho más. Su existencia era metódica, estaba calculada y resultaba extremadamente vacía, previsible y repetitiva.

Un día, Taikutsu decidió empezar a escribir un blog donde contar su vida aburrida, plana y soporífera. Como no tenía ningún sentido del ridículo (ni tampoco amor propio) comenzó a postear unas descripciones sarcásticas y corrosivas donde ofrecía una imagen deformada de sí mismo pero que no carecían de gracia. Aprovechaba los grandes huecos que su jornada de trabajo ofrecía para ir ampliando los elementos de su vida que poco a poco fueron poblando su blog de anécdotas, parodias y bocetos rápidos de su personalidad, su carácter y el género de vida que llevaba.

Nadie leía el blog de Taikutsu (algo comprensible, pues no tenía amigos y tampoco le había dado mucha publicidad entre sus compañeros de trabajo), pero eso a él le daba igual, ya que de alguna forma, el hecho de haber empezado a escribir se había convertido en un acicate, en un pequeño aliciente que mitigaba en parte el tedio de su día a día.

Poco a poco, y de forma inconsciente, Taikutsu le fue dando cada vez más importancia a su blog y a sus entradas, y cuando llegaba a casa por la noche, le dedicaba un rato más para relatar su vuelta a casa en autobús, las caras de los demás usuarios del transporte público, algún hecho curioso que hubiera sucedido, o simplemente dejar por escrito las absurdas asociaciones de ideas que se le pasaban por la cabeza mientras dormitaba con la cabeza apoyada en el cristal sucio del vehículo.

Muy pronto esos ratos se alargaron hasta reducir su descanso nocturno a un par de horas. En el trabajo, apenas se concentraba; no sólo porque estuviera cansado por no haber domido, sino porque no conseguía rellenar los malditos formularios. Tenía que dejarlos para escribir en su blog, y los papeles se fueron amontonando en su mesa.

Los fines de semana, las cosas tampoco mejoraron. En lugar de aprovechar los dos días para descansar y hacer todas las tareas de la casa, empezó a posponer todo eso para escribir más. En realidad, tenía poco que contar: se limitaba a decir que no estaba fregando, que no estaba limpiando el baño, que no se había cambiado de ropa...

Unas semanas después, en su trabajo se hizo muy evidente que no estaba haciendo nada, pues la montaña de formularios atrasados, como un imparable tsunami, había invadido la mesa del vecino y el suelo del pasillo. El estricto código de la empresa lo puso en la calle sin pedir explicaciones. En otras circunstancias, Taikutsu se habría angustiado por la pérdida de empleo, pero en esta ocasión, vio aquello como una liberación. Podría dedicarse en cuerpo y alma a las entradas de su blog.

Los acontecimientos se precipitaron. Sin las ataduras de la jornada laboral, Taikutsu perdió el último impedimento que le quedaba para no vivir delante del ordenador. Comenzó a escribir frenéticamente, a un ritmo endiablado. Escribía una entrada por hora, dos, cinco. Pero a medida que pasaban los días, el contenido se iba volviendo cada vez más y más abstracto. No tenía nada que contar, no había actualizaciones que ofrecer, no le había pasado nada que mereciera ser contado. Con lo cual, en lugar de hablar de lo que le pasaba y de su mediocre vida, cada vez escribía más sobre lo que pensaba, sobre sus misteriosas concatenaciones de flujo de pensamiento cuyas asociaciones sólo él entendía y que cada vez se fueron haciendo más crípticas y confusas. Llegó un momento que sus entradas eran ristras de palabras, interjecciones, signos de exclamación y misteriosos espacios en blanco.

Cuando ya todo hacía pensar que sólo se podía esperar lo peor, apareció una nueva entrada que únicamente contenía el link a otra página. A través de él, se podía acceder al nuevo blog de Taikutsu, llamado simplemente "Setsumei". En su primera entrada, Taikutsu explicaba de forma clara y detallada el contenido de la primera entrada de su blog primitivo, dando los motivos que lo habían llevado a escribir, analizando por qué razón ofrecía una imagen distorsionada de sí mismo en ella, señalando qué elementos eran reales y qué ficticios. En la siguiente entrada, hizo lo mismo con el segundo post de su antiguo blog, y poco a poco, fue comentando cada una de los apartados escritos anteriormente. Como era de esperar, a medida que avanzaba el contenido de este segundo blog, las entradas se fueron haciendo cada vez más extensas y complejas para desentrañar la creciente dificultad que las entradas previas ofrecían. Hasta tal punto eran ricas en significado, que algunas entradas hubo que comentarlas por capítulos de varias entregas, y se hacía dificil seguir la explicación que remitía a fragmentos anteriores, a obras de otros autores e incluso a referencias artísticas, musicales y culturales que muy pocas personas eran capaces de seguir.

Por ese motivo, Taikutsu tuvo que poner en marcha un tercer blog donde dar cuenta detallada de esos antecedentes que facilitaban la comprensión de las explicaciones del blog primigenio. Por aquel entonces, y sin saber muy bien cómo, sus blogs comenzaron a tener lectores, y una caterva de seguidores, fieles y admiradores empezó a desarrollar una titánica labor de paráfrasis que multiplicó por mil las lecturas, interpretaciones y exégesis de los tres blogs, activando la maquinaria de una incesante labor crítica que aún estamos lejos de poder considerar en su justa envergadura.