tag:blogger.com,1999:blog-23790576193875459112024-03-12T17:54:09.370-07:00Triple VertienteGonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.comBlogger141125tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-72139771271680240322018-06-13T00:59:00.000-07:002018-06-13T00:59:39.158-07:00Finales felices<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://2.bp.blogspot.com/-iHKBYxGyhLE/WyDLPOHYZII/AAAAAAAAA_E/_pZNerg8MAwRoNXrzWaAiAc2IBB1NWa9QCLcBGAs/s1600/IMG_7043.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="1600" height="300" src="https://2.bp.blogspot.com/-iHKBYxGyhLE/WyDLPOHYZII/AAAAAAAAA_E/_pZNerg8MAwRoNXrzWaAiAc2IBB1NWa9QCLcBGAs/s400/IMG_7043.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
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<span style="font-size: small;">Después de más de un año (y cuatro cuadernos), terminé el domingo la novela que estaba escribiendo. Se trataba de un antiguo proyecto que dejé inconcluso en 2013 para centrarme en la tesis. El curso pasado (2016-2017) decidí que era hora de ponerme de nuevo con él: un año de descanso después de la tesis era más que suficiente.</span></div>
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<br /></div>
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<span style="font-size: small;">Empecé con bastante energía, pero la revolución de agosto (una llamada de teléfono inesperada cambió nuestras vidas para siempre) me dejó un mes y medio sin poder escribir. Lógico, la alegría y la emoción que estábamos viviendo se encontraba por encima de la escritura. Hasta que la recién llegada no comenzó el colegio no pude recuperar la tranquilidad y la concentración necesarias para seguir adelante.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<span style="font-size: small;">Ha sido un proceso muy intenso y me ha costado mucho trabajo despedirme de la historia y los personajes. Todo el poco tiempo libre que he tenido en estos meses lo he dedicado a esto (de ahí también el silencio del blog), pero ha merecido la pena haber tardado tanto porque nos estaban pasando otras cosas, mucho más importantes, que ocupaban nuestro tiempo.</span></div>
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<span style="font-size: small;">Algunos finales coinciden con comienzos prometedores. </span></div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-51206805088657481192017-09-14T02:55:00.002-07:002017-09-14T02:55:16.361-07:00"Conjeturas sobre la memoria de mi tribu", último libro de José Donoso<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://4.bp.blogspot.com/-X2Omd1oHsPY/WbpIXgAOLGI/AAAAAAAAA5w/h77gufXnB8c3hB0grLJiSq1CJDiXiTYxQCLcBGAs/s1600/Donoso2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="475" data-original-width="287" height="400" src="https://4.bp.blogspot.com/-X2Omd1oHsPY/WbpIXgAOLGI/AAAAAAAAA5w/h77gufXnB8c3hB0grLJiSq1CJDiXiTYxQCLcBGAs/s400/Donoso2.jpg" width="241" /></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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<span style="font-size: large;">José Donoso es un magnífico escritor, y basta recordar <i>Casa de campo, El obsceno pájaro de la noche</i> o <i>El lugar sin límites</i> para atestiguarlo. Para aquellos que no lo hayan leído, es un autor más que recomendable. Es uno de los grandes olvidados del boom hispanoamericano (si comparamos con García Márquez, Vargas Llosa o Cortázar) que merece un puesto más visible. Durante mucho tiempo, cuando terminaba mis estudios de filología, me planteé muy seriamente dedicar mi tesis a su obra, pero acabé cruzando de vuelta el charco y centrándome en la literatura peninsular, lo que no quita para que Donoso sea uno de mis escritores favoritos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: large;">El año pasado se armó cierto revuelo por la publicación del primer volumen de sus <i>Diarios</i>, donde se confirmaba sin tapujos su homosexualidad, sus problemas para escribir "la gran novela chilena" y sus reflexiones sobre la creación literaria. El texto, centrado en sus primeros años, daba muchas claves para comprender el proceso de elaboración de sus primeras novelas (especialmente documentado en el caso de <i>Coronación</i>), algo inusual en un autor parco en textos de no ficción.</span></div>
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<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: large;">En vida, Donoso solo publicó dos libros que podrían encuadrarse en el género ensayístico: el ya clásico <i>Historia personal del boom</i>, que documenta su experiencia en primera persona en la explosión literaria de los años 60, y este <i>Conjeturas sobre la memoria de mi tribu</i>. </span></div>
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<span style="font-size: large;">En la introducción al libro, el autor explica que recién entregada a la editorial su última novela, <i>Donde van a morir los elefantes</i>, una amiga le preguntó si se trataba de su testamento literario. El poco tacto de la pregunta (que de manera implícita asumía que el escritor de 70 años estaba próximo a la muerte) provocó en Donoso la necesidad de empezar a escribir otra obra sin mediar descanso; convenido de que a su edad sí tenía sentido reflexionar sobre su propia vida, su historia y la de su familia, decidió ajustar cuentas pendientes con sus antepasados y con la memoria de Chile.</span></div>
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<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
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<span style="font-size: large;">Sin tratarse de unas memorias al uso, Donoso recorre momentos esenciales de su juventud (su primer viaje en solitario en busca de inspiración artística), los recuerdos de su infancia en la vieja casa familiar, anécdotas de su estancia en España (vivió catorce años en nuestro país), así como de la larga estirpe de los Donoso, presentes en Chile desde los primeros años coloniales. Sin embargo, es en el capítulo más extenso del libro, "Los cueros negros" (ocupa un tercio del volumen), donde Donoso no puede contener su talento narrativo y deja que su imaginación reconstruya un evento del pasado familiar que es narrado de tres maneras distintas para intentar así desvelar la verdad de lo ocurrido. Solo por esas cien páginas merece la pena la lectura, y por el juego entre ficción y realidad que se establece entre la narración del escritor, sus intentos por conseguir información veraz sobre el pasado y sus estrategias narrativas para presentar la historia (procedimiento que recuerda a algunos pasajes metaficcionales de <i>Casa de campo</i>). </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Por desgracia, la agorera insinuación de la amiga del escritor se cumplió, y José Donoso murió en 1996 tras escribir este libro, último que vio publicado en vida. Quizás si la dama hubiera sugerido que aún le quedaban por escribir varias novelas aún lo tendríamos entre nosotros. </span></div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-82564657131012403292017-02-05T02:01:00.000-08:002017-02-05T02:01:06.285-08:00"Helada" y yo<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://lh3.googleusercontent.com/-MngPmLHHXnk/WJb2toG_u3I/AAAAAAAAA0U/ojzfh0D7Sko/s640/blogger-image-1765465746.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://lh3.googleusercontent.com/-MngPmLHHXnk/WJb2toG_u3I/AAAAAAAAA0U/ojzfh0D7Sko/s640/blogger-image-1765465746.jpg" /></a></div>
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<br /></div>
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Conocí a Thomas Bernhard a través de Ricardo Piglia, en uno de esos clásicos trasvases de escritores que te conducen a otros escritores. El curso de doctorado sobre el autor argentino me llevó a leer <i>Respiración artificial</i>, y la búsqueda de sus fuentes estilísticas (el discurso diferido del militar, en un claro homenaje a los diálogos-monólogos del austriaco) me llevó a leer <i>Trastorno</i>, lectura que me impresionó por el estilo dialógico denso y de una intensidad no apta para todos los gustos. </div>
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<br /></div>
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Años después me compré <i>Helada </i>y fue uno de los libros que vinieron conmigo a San Roque, mi primer destino como profesor en mi año en prácticas. Lo más curioso fue que empecé su lectura después de Navidad, en el momento en que el invierno se volvía más crudo, y el frío y la humedad del pueblo (y de la casa donde vivía) se hacían más patentes. Me hizo gracia descubrir que el libro empieza hablando del período en prácticas en que se encuentra el protagonista, que se traslada a un pequeño pueblo situado en un valle rodeado de minas e industrias muy contaminantes. Las concomitancias con mi propia situación no acababan ahí: en el libro se describían las dolencias que los habitantes de la zona sufrían a consecuencia de la contaminación ambiental, algo que también se producía en San Roque. Varios compañeros que llevaban años trabajando allí me explicaron que todos los recién llegados experimentaban en un momento u otro una crisis provocada por el entorno, que en unos casos duraba días, en otros semanas, y en los más desafortunados, hasta que abandonaban el pueblo. Yo me lo tomé a broma, pero cuando empecé a leer el libro, comencé a sufrir una tos que no me abandonaba y dolores de cabeza, y un frío que no conseguía disipar ni con edredones ni con sábanas de franela.</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
Empecé a sentir que existía cierta relación entre mi situación y el tétrico valle donde se encontraba Weng, el pueblo de la novela. Un poco mosqueado, decidí abandonar la lectura (algo insólito en mí, que siempre termino los libros que empiezo). A los pocos días me recuperé y decidí no volver a <i>Helada</i>.</div>
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<br /></div>
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Han pasado seis años desde entonces y este enero, cargado de propósitos (como todos los eneros), traía este libro bajo el brazo. De momento no me siento mal (más allá de la sinusitis que me acompaña desde hace meses pero de la que no puedo culpar a Thomas Bernhard), y estoy a punto de rebasar el punto donde abandoné la lectura entonces. Ya os contaré, pero parece que la maldición ha desaparecido. Quizás me falte el estar en prácticas y el olor a refinería. Quién sabe.</div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-83390966901880959202016-10-16T04:00:00.000-07:002016-10-16T04:00:11.521-07:00"Anomalisa" de Charlie Kaufman<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://4.bp.blogspot.com/-C0q6DbM791g/V9l3_UR0rhI/AAAAAAAAAxQ/enKqizO4uMgUE2KtZ_Kcx-W0XWj6sqzJwCLcB/s1600/anomalisa-294444626-large.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="https://4.bp.blogspot.com/-C0q6DbM791g/V9l3_UR0rhI/AAAAAAAAAxQ/enKqizO4uMgUE2KtZ_Kcx-W0XWj6sqzJwCLcB/s640/anomalisa-294444626-large.jpg" width="432" /></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
Charlie Kaufman es un creador que no deja indiferente. Uno de los mejores guionistas actuales (piénsese en <i>Cómo ser John Malkovich, Adaptation, ¡Olvídate de mí!</i> o <i>Confesiones de una mente maravillosa</i>), debutó como director en 2008 con la terrible <i>Sinécdoque, Nueva York</i> (terrible por su devastador mensaje, aunque no por ello menos soberbia). Su siguiente película, <i>Anomalisa</i> (2015) se ha hecho esperar, pero ha merecido la pena.</div>
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<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
La primera recomendación es ver la película en versión original. Las voces juegan un papel fundamental en la historia, y aunque ya conocemos el gran nivel del doblaje en España, es preferible disfrutar de la experiencia original. Y voy a explicar por qué.</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
<i>Anomalisa</i> nació como obra de teatro en 2005, formando programa doble con otra pieza de Kaufman titulada <i>Hope leaves the theater</i>. Se trataba de un concepto ideado por el compositor Carter Burwell, que buscaba crear una "obra teatral sonora", donde la música y el sonido fueran un elemento primordial. El músico, compositor de la banda sonora de varios proyectos de Kaufman, contó con la ayuda del guionista para desarrollar su proyecto. Así nació "Theater of the New Ear", compuesta por las dos piezas teatrales antes señaladas. <i>Anomalisa</i> se presentó en un primer momento como una obra de Francis Fregoli, seudónimo que Kaufman utilizó dando una de las claves de la película. El síndrome de Fregoli es un desorden mental que consiste en creer que todas las personas son la misma persona, solo que con diferentes apariencias. </div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
De ahí que una de las novedades de la película con respecto a la pieza teatral es que se haya optado por la animación <i>stop motion</i> en lugar de por actores reales, lo que facilita la encarnación de la mayoría de los personajes en una sola persona. También las voces se reducen del mismo modo, y son David Thewlis, Jennifer Jason Leigh y Tom Noonan quienes encarnan en el doblaje a las figuras animadas (actores que por cierto encarnaban también todos los roles en la versión teatral, aunque su articulación fuera distinta). Hubo que reinventar en cierta medida la película, pues en la versión teatral existía una desconexión entre lo que ocurría en escena y lo que los personajes decían, aunque lo cierto es que los diálogos se mantienen casi en su totalidad.</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">
Sin querer desentrañar el conflicto de la película y su peculiar desarrollo, solo diré que Kaufman vuelve a insistir en sus obsesiones personales: la soledad del individuo, la incomunicación o los problemas de identidad. <i>Anomalisa</i> ganó el Globo de Oro a la mejor película de animación el año pasado y fue la primera de su género en obtener el Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia. </div>
<br />Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-56590889292331050832016-09-06T00:53:00.002-07:002016-09-06T00:53:47.153-07:00Scott Joplin, "Treemonisha" y los azares de la música<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://4.bp.blogspot.com/-hyr38ZXkpFY/V82dEWXBkEI/AAAAAAAAAws/sPJh9sckkgY_H2zWKrEmL3Q-eRFAdK1kwCLcB/s1600/ScottJoplin.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://4.bp.blogspot.com/-hyr38ZXkpFY/V82dEWXBkEI/AAAAAAAAAws/sPJh9sckkgY_H2zWKrEmL3Q-eRFAdK1kwCLcB/s320/ScottJoplin.jpg" width="294" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Es curioso cómo trabaja el tiempo, el azar y la historia para que muchas figuras queden a veces difuminadas con el paso de los años. Si pregunto quién es Scott Joplin, es probable que muy pocas personas lo conozcan. Pero si escucharan <a href="https://www.youtube.com/watch?v=fPmruHc4S9Q" target="_blank">esta melodía</a> que él compuso en 1902, enseguida la reconocerían como la banda sonora de la película <i>El golpe</i>. Y lo más gracioso de todo es que esta pieza, llamada <i>The Entertainer</i>, no fue un gran éxito en su época, como si ocurrió con otras composiciones de este músico afroamericano.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Scott Joplin es considerado uno de los padres del <i>ragtime </i>(ese estilo musical emparentado con el jazz que proliferó a finales del siglo XIX y principios del XX), y su mayor éxito, <i><a href="https://www.youtube.com/watch?v=pMAtL7n_-rc" target="_blank">Maple leaf rag</a></i>, lo hizo famoso y se convirtió en el modelo arquetípico de este tipo de música. Sin embargo, a pesar de su popularidad y de los importantes ingresos que le generaron sus partituras, el músico dilapidó su fortuna intentando dar a conocer su <i>magnus opus</i>: la ópera <i>Treemonisha</i>. En ella, Joplin pretendía la fusión de la música popular americana (el <i>blues</i>, las raíces folclóricas de origen africano) con la tradición operística culta de origen europeo. Se trataba pues de una visión muy avanzada para su época (pensemos que la ópera <i>Porgy & Bess</i> de Gershwin, que se sustenta en premisas similares de fusión de tradición clásica y popular, se estrenó en 1935) que no agradaba ni a las clases altas ni a las clases populares. Joplin pidió ayuda económica a varios mecenas y a sus editores, pero tuvo que correr él solo con los gastos de edición de la partitura en 1911 y se endeudó para poder ensayar la obra en 1915. Joplin nunca la vio a representada en su totalidad: solo pudo estrenar una versión acompañada al piano, sin decorados ni vestuarios en el <i>Lincoln Theater</i> de Harlem, que pagó de su bolsillo. El público que acudió no fue el más apropiado para reconocer la valía de la obra.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Un año después, Joplin es ingresado en un hospital psiquiátrico a causa de la demencia que le provoca la sífilis. Muere en 1917 y su música cae en el olvido. No es hasta 1970, año en que el musicólogo y pianista americano Joshua Rifkin publica el disco <i>Scott Joplin: Piano Rags</i>, primer paso en recuperación del <i>ragtime</i>, que el nombre del fallecido compositor y sus composiciones empiezan de nuevo a sonar. El disco es un éxito de ventas y dos años más tarde, algunas de sus piezas de piano son usadas en la película <i>El golpe</i>, lo que termina de popularizar las pegadizas melodías de Joplin, devolviéndole el papel que se merece en la historia de la música norteamericana.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No será hasta 1972 que se estrene en su totalidad <i>Treemonisha</i>; con la dirección musical de Robert Shaw al frente de la Orquesta Sinfónica de Atlanta y la dirección escénica de Katherine Durham; el público de Georgia pudo disfrutar entonces de una puesta en escena que se había retrasado casi sesenta años. La obra forma parte ya del repertorio operístico norteamericano y cuenta con varias grabaciones en disco. Afortunadamente, podemos hoy en día gozar de <a href="https://www.youtube.com/watch?v=-cy7k1c6fa8" target="_blank">su vitalidad y su energía</a>. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-67608067853915475942016-08-30T05:02:00.002-07:002016-08-30T05:02:57.137-07:00La inesperada visita a San Gaetano<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://3.bp.blogspot.com/-l6X7O41b1gw/V6r13eVjGaI/AAAAAAAAAwE/AHySjclgGngrbAm4rxZPkEDPopDLCOnpwCLcB/s1600/1200px-San_agetano%252C_interno_011.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://3.bp.blogspot.com/-l6X7O41b1gw/V6r13eVjGaI/AAAAAAAAAwE/AHySjclgGngrbAm4rxZPkEDPopDLCOnpwCLcB/s400/1200px-San_agetano%252C_interno_011.JPG" width="400" /></a></div>
<br />
<br />
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Habíamos dado la tarde
libre a los chicos, un par de horas por el centro para que hicieran
compras en los tenderetes de la Piazza dei Pitti o en los alrededores
del Ponte Vecchio. En Roma no nos habíamos atrevido a hacerlo, pero
las dimensiones de Florencia y su relativa seguridad permitían una
mayor libertad. Además, la concentración del centro y su principal
atractivo para ellos, las tiendas de recuerdos presentes en cada
esquina, ejercían una atracción casi magnética sobre nuestros
estudiantes, que no podían dejar pasar ni una sin olisquear dentro.
Sus incursiones les permitían ejercer una habilidad que muchos de
ellos acababan de descubrir: el poder orgiástico del regateo, que
les llevaba a comprar cosas que ni querían por el simple reto de
bajar su precio.
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Y para disfrutar con
tranquilidad de cada tiendecita y de cada puesto, los alumnos
necesitaban tiempo suficiente; así que cuando les propusimos
encontrarnos a las seis y media en la puerta del Duomo, no esperaron
a que termináramos la retahíla de recomendaciones y consejos que
les soltábamos a cada paso, y salieron corriendo a comprar imanes,
postales y camisetas de recuerdo. Nos quedamos solos los cuatro,
Carmen, Inma, Pepe y yo, y decidimos que nos pasearíamos
tranquilamente por las calles menos turísticas, admirando la
arquitectura y los palacios que se escondían en cada recodo de la
ciudad.
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Carmen nos llevó a
contemplar en la Via della Vigna Nuova el palacio Rucellai, diseñado
por Alberti y que había servido de modelo al resto de palacios del
<i>quattrocento</i> de la ciudad, aunque ninguno había logrado
superar su elegancia y equilibrio; hicimos multitud de fotografías,
aunque ninguna conseguía reflejar la perfección del edificio, su
sutil adecuación al espacio y la bella simplicidad de su diseño,
nada que ver con la grandiosidad suntuosa del Palazzo Pitti o del
Palazzo Medici Riccardi.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Callejeamos por los
alrededores, recorrimos callejones estrechos que se abrían a vías
peatonales con tiendas de diseñadores de moda, librerías de viejo y
hoteles de lujo. Dimos entonces con una iglesia al doblar una
esquina, con una escalinata de mármol en la entrada y una fachada de
piedra cuyo tonalidad contrastaba con las esculturas de mármol que
adornaban su fachada. Siguiendo nuestra tendencia durante el viaje a
entrar en todo espacio que fuera gratis (premisa esencial cuando se
viaja con estudiantes, que se niegan a pagar por algo que consideran
un castigo), atravesamos el dintel de la iglesia, que se llamaba San
Gaetano.
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Por un segundo la
oscuridad nos aturdió. Las recias puertas de madera no dejaban pasar
la luz, y la escasa iluminación natural provenía de unas ventanas
en la galería alta de la iglesia. El rosetón del altar mayor
parecía cegado, pues ninguna claridad entraba en las naves a través
de él. Prueba de ello eran varias velas que estaban encendidas para
permitir ver en el interior; la pintura gris de las paredes tampoco
ayudaba, y la penumbra cayó sobre nosotros haciéndonos creer que
resultaba más densa de lo que en realidad era. A ello contribuía el
incienso que inundaba el templo, con su humareda voluminosa y
blanquecina que flotaba en el aire con una densidad fantasmagórica. El contraste con la
algarabía del exterior era notable, y también el cambio de
temperatura.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
En un primer momento
creímos que se estaba celebrando misa por el murmullo de voces que
resonaba, y yo di un paso atrás, dispuesto a franquear la puerta de
nuevo por respeto a la celebración, pero poco a poco, a medida que
nuestros ojos se acostumbraron al cambio de luz, comprobamos que se
trataba del rezo de rosario, que una monja sentada en el primer banco
se encargaba de llevar; así que permanecimos dentro. Había dos o
tres monjas sentadas en posiciones equidistantes de la bancada, y
también entonces, tras unos segundos de aclimatación, reconocimos
otra silueta en la capilla lateral de la derecha. Una novicia,
reconocible por la toca blanca, rezaba de espaldas ante una Virgen
sonrosada que por cantidad de ramos que se desplegaban a su alrededor
debía contar con el fervor del barrio.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
El tono de voz de la
monja, al contrario de la habitual monotonía salmódica del rosario
a la que estábamos acostumbrados, sonaba acelerado, bronco y un
tanto agresivo. En lugar de rezar, la monja parecía estar
recriminando a todos los presentes sus pecados. Las demás apenas
respondían con un susurro, como si se sintieran cohibidas por la
furia de la monja. Fue entonces cuando reconocí a una sexta monja,
que hasta ese momento había estado camuflada entre los tonos
grisáceos de las paredes, petrificada en un lateral de la iglesia a
modo de columna. Cuando empezó a moverse por el pasillo en dirección
a nosotros, algo inusual en su forma de moverse llamó nuestra
atención, aunque no supimos muy bien qué. Como nos había ocurrido
desde que habíamos entrado en la iglesia, nada se manifestaba con
claridad hasta que no pasaban unos instantes, y te acostumbrabas a
unos estímulos que no eran los esperados. En esta ocasión ocurrió
igual. No fue hasta que la monja había avanzado la mitad de la
distancia que nos separaba que nos dimos cuenta de que no caminaba.
Es decir, no se apreciaba el movimiento alternativo de sus piernas
debajo de su habito, sino que éste se mantenía rígido hacia
abajo, con una leve oscilación hacia atrás producto del
desplazamiento de la monja hacia delante, como si se deslizara sobre
el suelo en lugar de andar. No se asomaban tampoco unas zapatillas al
borde del suelo de manera acompasada como cabría esperar, sino que
el avance de la mujer, constante e imperturbable como el primer motor
inmóvil, la hacía parecer un autómata en lugar de una persona. Mi
impulso repentino fue dar la vuelta y salir de la iglesia, pues en el
acercamiento de la religiosa había algo perturbador y agresivo. Miré
a Carmen, a Inma y a Pepe, y por su expresión comprendí que estaban
de acuerdo conmigo. Habíamos interrumpido algo con nuestra entrada
intempestiva, hecho que había molestado en cierto modo a la
congregación. La monja seguía su avance impertérrito por el
pasillo y desde la penumbra de su cofia sus ojos parecían
amenazarnos.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Sin embargo, la mujer se
detuvo a escasos metros de nosotros, a la altura de la novicia que
rezaba delante de la Virgen. Al llegar allí se colocó a su lado y
musitó una palabras mirándonos. La otra salió de su recogimiento y
frunció el ceño, contrariada por algo.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<br />
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
El tono de voz de la
monja que gritaba el rosario subió aún más (si aquello era
posible), y empezó a confundirse con el aullido de un animal
congregando a la manada. El efluvio del incienso, que seguíamos sin
saber de dónde procedía, aumentó su caudal y se volvió más
denso, y lo vimos deslizarse por el suelo de mármol hacia nosotros.
De forma instintiva retrocedimos para que el humo no nos alcanzara y
nuestras espaldas chocaron con la puerta de entrada. Giramos el pomo
de la puerta inútilmente y la empujamos en vano, en un intento
desesperado por salir de allí. Del atrio habían surgido más
hermanas que habían permanecido ocultas hasta entonces o que
acababan de entrar por otro acceso desconocido. El ensordecedor grito
del rosario se hacía más y más violento y vimos que la monja que
se movía se caminar se dirigía directa a nosotros. Cuando estuvo a
escasos centímetros de nosotros se detuvo. Y sonrió...</div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-13722388283166603482016-08-08T02:19:00.001-07:002016-08-08T02:19:47.630-07:00Alan Turing y Enigma por partida quíntuple<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://2.bp.blogspot.com/-rWZxo5YXc0w/V6hOfom86KI/AAAAAAAAAvw/k8IeI5yTtXUXMVtST7LefGgfG6FUYT6RQCLcB/s1600/mathematician-alan-turing-imitation-game-notebook-553128.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="236" src="https://2.bp.blogspot.com/-rWZxo5YXc0w/V6hOfom86KI/AAAAAAAAAvw/k8IeI5yTtXUXMVtST7LefGgfG6FUYT6RQCLcB/s400/mathematician-alan-turing-imitation-game-notebook-553128.jpg" width="400" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Con un año de retraso he visto <i>Descifrando Enigma</i>, la película inglesa que obtuvo ocho candidaturas a los Oscars y que acabó ganando la de guion adaptado. Una amiga me la recomendó hace unas semanas y su presencia en la lista de novedades en Netflix me convenció para verla.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
A pesar de las polémicas que ha levantado la película (la escasa relevancia que se da en la historia a la condición de homosexual de Turing y la libertad con que se ha abordado su relación con Joan Clarke), me ha parecido una película destacable, con una magnífica ambientación y un trabajo excepcional de los actores, no solo de los dos protagonistas sino de todo el grupo de científicos y militares que integran el equipo que trabaja en Bletchley. Recordé entonces que hace unos años vi otra película, <i>Enigma</i> (2001), basada en los mismos acontecimientos históricos pero que se permite mayores libertades en relación a la realidad de lo ocurrido. No debemos olvidar que todo esto no se trata más que de ficción (por mucho que al principio nos deslumbren con el consabido "Basado en hechos reales" que intenta aumentar nuestra empatía), y que el ritmo narrativo debe primar sobre la veracidad histórica, y que la confrontación final de los personajes es esencial en una película aunque quizás nunca llegara a producirse en la vida real. Todo esto no quita para que <i>Descifrando Enigma</i> no suponga un sentido homenaje a la figura del matemático, que vivió unas circunstancias muy difíciles por la época que le tocó vivir, y que nos haga reflexionar sobre la cercanía de muchas de las injusticias que refleja, no solo en cuanto a los homosexuales sino también a la mujer y su papel activo en la sociedad.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Volviendo al tema de Turing y del código Enigma, esta historia y alguna de sus ramificaciones son objeto de esa partida quíntuple de la que hablo en el título de esta entrada; precisamente David Leavitt (escritor estadounidense de producción irregular pero que me gusta seguir desde que leí su fantástica novela <i>Martin Bauman</i>) escribió una biografía sobre Turing en 2005 titulada <i>Alan Turing. El hombre que sabía demasiado</i>, que está publicada en la editorial Antoni Bosch. Cierto que el centenario del científico ha provocado una avalancha de libros sobre el tema, pero este es una lectura entretenida y amena para un primer acercamiento. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La cuarta bifurcación es la serie inglesa <i>The Bletchley Circle</i>, tres breves temporadas de en total 7 episodios, que narra las aventuras de cuatro mujeres inglesas a comienzos de los cincuenta que investigan una serie de crímenes. Las cuatro formaban parte de los equipos de descodificadores que trabajaron en la fábrica Bletchley durante la II Guerra Mundial, y una vez acabada la guerra, han vuelto a la vida civil sin que nadie sepa cuál fue su verdadera labor durante la contienda. Es muy interesante precisamente por el papel que la mujer jugó durante la ofensiva pero que perdió una vez alcanzada la paz, volviendo a su rol tradicional; este retroceso provocó no pocos conflictos internos en esas mujeres que habían alcanzado una independencia importante y que la vuelta al orden establecido les había arrebatado. Las protagonistas, que se reúnen después de años sin verse, deben mantener sus investigaciones ocultas pues su antiguo trabajo es secreto de estado. De nuevo, como es habitual es la series británicas, una ambientación muy lograda y un trabajo impecable de las actrices</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La última referencia a Alan Turing es el disco homenaje grabado por el dúo pop español Hidrogenesse titulado <i>Un dígito binario dudoso. Recital para Alan Turing</i> (2012), que recorre a lo largo de ochos canciones momentos cruciales en la vida del matemático; el disco recibió el premio Disco del Año Nacional de la revista <i>Rockdelux</i> y el de Mejor Álbum de Música Electrónica de los Premios de la Música Independiente; los catalanes, sin abandonar la ironía que los caracteriza, firman un disco sin embargo más serio y por momentos amargo de lo que acostumbran. Un proyecto curioso que no es habitual en nuestro panorama musical. </div>
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<br /></div>
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<br /></div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-85041527242325041752016-07-25T02:05:00.001-07:002016-07-25T10:28:09.146-07:00Planes de verano<div>
<div class="separator" style="clear: both;">
<a href="https://lh3.googleusercontent.com/-PQ7MZracBW8/V5XWctDSI_I/AAAAAAAAAvY/UHjTtjtOtcc/s640/blogger-image--516529441.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://lh3.googleusercontent.com/-PQ7MZracBW8/V5XWctDSI_I/AAAAAAAAAvY/UHjTtjtOtcc/s640/blogger-image--516529441.jpg" /></a></div>
<br /></div>
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Todos los veranos están llenos de buenas intenciones, aunque lo mejor es no ponerse unas metas muy altas para luego no defraudarse. Empezando porque el cansancio acumulado se hace notar y el cuerpo y la mente necesitan un cambio de aire, una ruptura que varíe el panorama. Este año no habrá intensivos de ningún idiomas, ni cursos, ni planificaciones muy estrictas sobre productividad (que ya nos conocemos)... El mes de julio ventilado con las oposiciones tampoco deja lugar a muchas opciones, pero tampoco me quejo. Habrá viajes, visitas de amigos que hace mucho que no nos ven, mañanas tranquilas y tiempo para pensar.</div>
</div>
<div>
<br /></div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
Y leer, cómo no. Como si de un escaparate televisivo se tratase, he ordenado mi mesa (un <i>totum</i> <i>revolutum</i> hasta ayer) y he colocado los libros que tengo intención de leer en lo que me queda de verano. Lecturas pendientes, algunos libros aún por sacar de su funda de plástico, publicaciones que llevan meses esperándome. Aparte, por supuesto, de la escritura, que he tenido algo olvidada muy a mi pesar este año: algo que no volverá a repetirse en el siguiente, os lo seguro.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
</div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-25652889610530161622016-01-03T08:31:00.001-08:002016-06-06T08:10:12.717-07:00"Cómo defender a un asesino"<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
I<a href="http://3.bp.blogspot.com/-B-DDtqCNGPk/VolHzjqUwvI/AAAAAAAAAq4/XExo8VY0YaQ/s1600/how-to-get-away-with-murder-first-season.32058.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://3.bp.blogspot.com/-B-DDtqCNGPk/VolHzjqUwvI/AAAAAAAAAq4/XExo8VY0YaQ/s320/how-to-get-away-with-murder-first-season.32058.jpg" width="217"></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br></div>
<div style="text-align: justify;">
La serie <i>Cómo defender a un asesino</i> es una entretenida "<i>guess who"</i> que se desarrolla en una facultad de derecho norteamericana. La protagonista, Annalise Keating (interpretada por Viola Davis), es una prestigiosa abogada que también da clases en la universidad. Su asignatura es "Introducción al Derecho Penal", o como ella misma la llama "Cómo defender a un asesino" (aunque en realidad el título original es <i>How to get away with murder</i>, expresión mucho más precisa, que podríamos traducir por "Cómo irse de rositas" -si optamos por una traducción de la idea a nuestro idioma-, pero que como título de serie es un poco naif). Quizás la serie debería haberse llamado en español "Cómo librarse de un asesinato", pues la idea que subyace en cada uno de los casos defendidos por Annalise es que la mayoría de las veces los acusados son culpables, y solo necesitan una buena defensa para salir indemnes.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br></div>
<div style="text-align: justify;">
Semejante planteamiento nada tiene que ver con las series judiciales al uso donde idealistas abogados defienden causas imposibles donde desvalidos ciudadanos son pisoteados por grandes corporaciones o ricos prepotentes con recursos. Al contrario, en <i>Cómo defender a un asesino</i>, los personajes se mueven por un terreno indefinido entre lo correcto y lo incorrecto y ofrecen claroscuros interesantes que los alejan de las tópicas visiones de jóvenes que quieren cambiar el mundo a través del Derecho. Ese es uno de los grandes aciertos de la serie, que permite ver la evolución de cinco estudiantes de primer curso, elegidos por Annalise para trabajar como becarios en su bufete, y que la ayudarán en los casos que se resuelven en cada capítulo. Junto a este recurso episódico, la serie sigue la investigación de un caso más mediático, la muerte de una joven estudiante de la universidad, al tiempo que se intercalan, a modo de <i>flash-forward</i>, los sucesos protagonizados por estos cinco estudiantes la noche de la fiesta más importante del campus, en la que dieron muerte a alguien y deben deshacerse del cadáver. No estoy destripando el argumento: todo esto se ve en los primeros minutos del capítulo piloto; pero es desde luego un gancho irresistible que mantiene el interés a lo largo de toda la temporada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br></div>
<div style="text-align: justify;">
Ni que decir tiene que por momentos la serie alcanza momentos de difícil credibilidad, pero si se aceptan las premisas de partida y se entra en este mundo de mentiras, falsas pruebas y sospechas, disfrutaremos enormemente, sobre todo por la magnífica actuación de Viola Davis, que además ha sido la primera afroamericana en ganar un Emmy. El premio es merecido, pues la implacable Annalise Keating, que con rotundidad explica a sus alumnos que "en los juicios no se cuenta la verdad, solo tu versión frente a la de los demás. Así funciona el sistema judicial. No importa qué es lo correcto o lo justo, sino quién es más convincente", muestra la cara real, pragmática y cínica, de ese sistema judicial americano que durante años el cine ha idealizado, pero que merece una revisión crítica. </div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-26237504294215091402015-12-31T03:50:00.001-08:002015-12-31T03:50:36.193-08:00Verde<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-a7VD5H5Xstk/VoUV7pEQl0I/AAAAAAAAAqo/QPpBQsyGsMk/s1600/ivy-2-1153600-1920x1440.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="http://2.bp.blogspot.com/-a7VD5H5Xstk/VoUV7pEQl0I/AAAAAAAAAqo/QPpBQsyGsMk/s400/ivy-2-1153600-1920x1440.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Así que no les quedó
más remedio que vender la antigua casa familiar.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
La noticia fue recibida
por todos con una callada hostilidad que se fue haciendo más y más
notoria a medida que se evidenciaba que el silencio era la única
respuesta posible. Su madre daba vueltas a uno de sus anillos con la
barbilla levantada, su padre los miraba a todos y su tía, que agachó
la cabeza en un primer momento, fue la primera en atreverse a musitar
a su hermano:</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
-Menos mal que mamá ya
no está aquí para ver esto.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Su madre no dijo nada,
pero Nadja sabía que en el fondo culpaba a su marido. Los miró a
los dos. Él buscaba ansioso cierto apoyo en alguna de las tres
mujeres sentadas a la mesa y ella seguía concentrada en su anillo,
evitando volverse hacia él porque sería incapaz de ocultar la
recriminación que afloraría en el momento que él intentara de
alguna manera justificar su actuación: sus inversiones bursátiles
arriesgadas, la premura por recuperar las pérdidas del año
anterior, la frenética actividad económica en un momento en que se
aconsejaba prudencia y contención, la arrogante negativa a aceptar
consejos de nadie, la terca insistencia en arriesgarlo todo para
finalmente quedarse sin nada. Podrían haber vendido la casa del
lago, prescindido de dos o tres de los coches y acostumbrado a un
ritmo de vida más austero. Menos viajes, menos gastos, menos comidas
multitudinarias, menos cuentas abiertas en boutiques y sastrerías.
Pero su padre no podía permitirlo. Era un insulto a su apellido, a
su labor como consultor, a su hombría. Una humillación pública
inconcebible. Pero por evitar una salida digna en el momento idóneo
no habían salvado nada de la quema y ahora se enfrentaban a la
bancarrota sin paliativos. Tenían que prescindir de parte del
servicio, abandonar el club de campo y vender la gran casa familiar,
el orgullo de tres generaciones. La hombría de su padre estaba ahora
debajo del felpudo.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Nadja no tenía nada que
decir al respecto; era pragmática en extremo. Vender la gran casa
que había pertenecido a la familia de su padre desde comienzos del
siglo pasado se presentaba como la solución más lógica para
escapar del descalabro absoluto. Recibirían varios millones por
ella, saldarían todas las deudas y se trasladarían a una nueva
residencia, más humilde pero decorosa, en un barrio más asequible,
quizás en las afueras. Dejarían de ser ricos (al menos <i>tan</i>
ricos) y solo perderían la casa con el cambio de estatus. Aparte de
la dignidad, por supuesto.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Su madre parecía más
afectada. A pesar de que no se trataba de la casa de su infancia
(como sí le sucedía a los restantes integrantes de la familia, que
habían vivido en ella desde que nacieron), ni de la residencia de su
familia desde hacía más de cien años, su madre la había asumido
como propia desde el momento en que se había convertido en la suya
al casarse, y la había cuidado, mimado, reparado y atendido con el
mismo primor y entusiasmo con que se había dedicado a su hija, a su
marido y a toda su familia política, de la que ya solo sobrevivía
su cuñada Anna. También esta se mostraba ofendida por las toscas
intrigas de su hermano, que habían llevado el antiguo esplendor de
la familia a aquella claudicación ominosa. En el silencio pesado que
se había apoderado del comedor, su frase había quedado flotando en
el aire y creciendo cada vez más hasta ocupar todo el espacio,
repitiéndose maquinalmente en la cabeza de los presentes, hasta que
Anna apostilló con una coda aún más hiriente:</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
-Ni papá tampoco,
Walter. Le habría dado un infarto.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Los acontecimientos
siguieron su curso. Apareció un comprador interesado que aceptó el
precio propuesto y en tres semanas la casa había sido vendida y
sustituida por otra más pequeña en las afueras. La mudanza se
realizó deprisa, sin apenas tiempo para reflexionar ni lamentarse.
La madre fue quien peor lo pasó; más que por la casa, a causa del
jardín, del que había hecho su santuario. Siempre había tenido
mano con las plantas y pasaba las horas muertas cuidando de los
rosales, plantando flores de temporada, podando los espinos blancos o
las hierbas aromáticas, regando el pequeño huertecillo de frutos
rojos que había instalado en un rincón junto a la fuente. “Un
jardín es fruto de la paciencia y la constancia”, repetía su
madre a menudo, y su trabajo lo constataba. No bastaba con plantar
una semilla: había que regarla, verla crecer, arrancarle las malas
hierbas, podarla para que creciera fuerte y protegerla de las
heladas. Quizás por ese motivo su madre estaba tan afectada. Más
allá del apego que pudiera haber tenido por aquellas habitaciones de
techos altos que había ido redecorando con tanto mimo a lo largo de
los años, y por todos los muebles, adornos y cuadros que las habían
vestido (objetos que se habían marchado con ellos a su nuevo
alojamiento), lo que más sentía su madre como pérdida era la
privación del jardín. Cierto que la nueva casa poseía un pequeño
jardín en la parte trasera que resultaba mínimo en comparación con
el que habían abandonado, pero que al menos le permitiría seguir
ejerciendo su afición. Era un nuevo comienzo, un jardín por crear
que abría grandes expectativas. Nadja, con toda su buena voluntad,
le regaló unos bulbos de una variedad de narcisos que habían ganado
un concurso internacional, pero su madre no se mostró muy
entusiasmada con el proyecto.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
No fue hasta unos meses
después que Nadja comprendió el verdadero alcance de la pérdida.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Najda había tenido que
acudir a su antiguo barrio por motivos de trabajo, y acabó pasando
por delante de la casa. Recorrer la acera exterior a la casa era algo
nuevo para ella, pues cuando vivían en ella, normalmente salían y
entraban en coche y no pisaban la calle. El robusto muro que protegía
el jardín no dejaba ver la casa, ni los ventanales de cristal que se
abrían en aquella fachada del edificio. Nadja acarició la verdina
que crecía en el muro, oculta tras la hiedra que caía en cascadas
desde la parte superior. Recordó por un momento que la hiedra no
había estado allí siempre; su madre la plantó hacía más de
quince años para “vestir un poco el muro”, según sus propias
palabras, que ofrecía una inhóspita apariencia con su frialdad de
piedra. Era cierto: antes de la decisiva intervención de su madre,
el muro, principal tarjeta de presentación de la casa y de la
familia (dado que el edificio solo se podía entrever desde las rejas
italianas del portón de entrada), desalentaba con su desagradable
contundencia cualquier intento de acercamiento. Su rotunda presencia
los mantenía alejados de las miradas curiosas de los extraños, pero
también ofrecía una imagen distante y altanera de la familia, que
evitaba con aquel telón granítico el contacto con los demás. Y
ellos eran más humanos, más cálidos, más cercanos que esa muralla
aplastante sobre la que no crecía ni un ápice de vida. Su madre le
dio humanidad al muro por medio de la hiedra, y por extensión, a
toda la casa.
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Una lagartija salió
corriendo al mover Nadja la rama donde se escondía y ella siguió su
desplazamiento gracias al movimiento de las hojas por donde pasaba.
Sí, una muestra más de vida. Pero la hiedra no había sido la única
producida por su madre. Por encima del muro verdecido la copa de un
sauce asomaba sus crestas despeinadas como la cabeza de una niña
recién levantada. Exacto, recién levantada. La comparación era
justa, su madre la usaba a veces cuando Nadja bajaba a desayunar sin
haberse peinado: “te pareces a tu sauce”. Porque aquel era su
sauce, lo habían plantado el día que nació. Tenía la misma edad
que ella, y su madre se encargaba de repetírselo cuando estaban
sentadas en el jardín frente a él.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
-Ese sauce lo plantamos
cuando naciste tú, y como te pasa a ti, cada año está más grande
y más frondoso; lo tendrás toda la vida a tu lado si lo cuidas y no
lo dejas enfermar. Cuando seas muy mayor, podrás descansar a su
sombra y acariciar esas ramas, que tendrán tu edad.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Durante su adolescencia
había sido muy sensible a esa relación, y le arrancaba las hojas
secas y preguntaba a su madre si había llegado el momento de la
poda. De alguna manera, había conseguido transmitirle su amor por la
naturaleza y la jardinería, aunque en los últimos años estuviera
aletargado. Seguía latente, a la espera de que llegara el momento de
renacer.
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Y fue entonces cuando
comprendió todo el dolor de su madre. Un jardín es fruto de la
paciencia y de la constancia, y aunque en el nuevo pudiera recuperar
su afición, había dejado atrás su trabajo de toda una vida, un
terreno que había moldeado hasta adquirir su apariencia actual,
árboles y arbustos que habían tardado años en crecer, esquejes que
no habían arraigado y que habían sido sustituidos por otros que en
un principio no se había planteado pero que habían resultado ser
los adecuados, combinaciones de colores en las plantas, gradaciones
de tonos que había ido probando temporada tras temporada hasta
alcanzar la configuración buscada. Un nuevo comienzo no le
permitiría repetir todo aquello, pues no podía recuperar todo lo
vivido. Atrás quedaban las hortensias de Anna, los rosales que había
plantado la abuela y que su madre se había encargado de mantener,
los setos de boj que rodeaban el banco preferido de su padre, su
sauce despeinado. Un sauce bajo el que ya no se sentaría jamás.
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Sintió la pérdida
entonces, como quien recuerda que se ha dejado un objeto querido en
un hotel tras un largo viaje, consciente de la incapacidad de
recuperarlo. Se había dejado atrás su sauce al hacer su equipaje.
Las ramas del árbol, movidas por el viento, ondulaban por encima del
muro, y Nadja las miraba con los ojos húmedos por primera vez desde
que vendieron la casa. Las hojas brillaban con cada nuevo movimiento,
y su color resplandecía y contrastaba con el de la hiedra que se
interponía entre ellos. Del color de las uvas, del color de la
hierba del vecino.</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<br />
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
</div>
<br />
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
Verde.
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-70447234915683905212015-12-29T10:35:00.003-08:002015-12-29T10:35:38.282-08:00"La ley del menor" de Ian McEwan<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-yRZDbEMdn0s/VoJzR8TCzWI/AAAAAAAAAqY/J3pdKCgvB5U/s1600/cubierta-de-la-ley-del-menor.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="http://2.bp.blogspot.com/-yRZDbEMdn0s/VoJzR8TCzWI/AAAAAAAAAqY/J3pdKCgvB5U/s400/cubierta-de-la-ley-del-menor.jpg" width="252" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ian McEwan es uno de los escritores ingleses actuales que hay que leer. Al igual que Martin Amis, al igual que Julian Barnes, al igual que Jeanette Winterson. Cierto que hablamos de autores consagrados, no de sorpresas editoriales, pero a pesar de ello, son novedades que no podemos dejar pasar, como ocurre año tras año con Woody Allen. Hagan lo que hagan, hay que prestarle atención a cada nueva aportación.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En el caso de Ian McEwan (dejados atrás los gloriosos <i>Amsterdam</i> y <i>Expiación</i>), su ultima novela, <i>La ley del menor</i> (que además se ha colado en alguna de las listas de los mejores de 2015), es un libro que merece la lectura. El inglés es un maestro de la verosimilitud, que consigue transmitir en perfectas construcciones de mundos como el de la medicina (en <i>Sábado</i>), el de los científicos (en <i>Solar</i>) o en este caso, el de los tribunales británicos. El autor siempre testimonia en sus epílogos el agradecimiento a profesionales que le han ayudado a reflejar de forma veraz esos entornos laborales para hacerlos creíbles y auténticos para el lector medio. Sin ser su principal virtud no deja de ser destacable ese talento del que carecen muchos escritores y es causa de no pocos espectáculos demenciales en muchas novelas recientes.</div>
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<i>La ley del menor</i> se desenvuelve en el mundo de la justicia. Su protagonista, Fiona Maye, es una jueza del Tribunal Superior especializada en familias, inmersa en un polémico caso: un adolescente de diecisiete años y medio, enfermo de leucemia, requiere una transfusión de sangre.; pero los padres y el propio chico, testigos de Jehová, se niegan al tratamiento. Ella, como jueza, tendrá que dirimir la pertinencia o no de la medida recomendada por el equipo médico. Este eje argumental articula una narración en la que aparecen la infidelidad (tema recurrente en el autor), la reflexión sobre el paso del tiempo y el fin de la vida (su lectura me trae a la memoria en algunos momentos al Manuel Vázquez Montalbán de <i>Erec y Enide</i>, y por diversos motivos), las dudas de la juventud y el peso de la religión en la sociedad actual. Este último aspecto se cuela además desde distintas fuentes; además del caso de fondo, el sumario de los causas llevadas por la jueza al comienzo de la novela nos da cuenta de los problemas derivados sobre este asunto con las distintas religiones: matrimonios de inmigrantes musulmanes que luchan por la custodia de sus hijas para que las chicas vuelvan a los países del padre para ser casadas, judíos ortodoxos con concepciones tradicionales de la educación de los hijos que limitan sus posibilidades de futuro, junto a otros ejemplos que muestran a las claras cuál es la posición del autor sobre el asunto. Al igual que en la reciente <i>Sumisión</i> de Houellebecq (aunque sin su mordacidad y su extremismo), la obra plantea una serie de preguntas sobre el peso que la religión debe ocupar en las sociedades occidentales, laicas y tolerantes, pero que en ocasiones chocan con los preceptos de diferentes creencias.</div>
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Más allá de este tema, capital en la novela, el libro es también una radiografía de un matrimonio hastiado, que se mantiene sobre la rutina y que acaba dando muestras de agotamiento. El final de la narración, que no adelantamos, establece una doble lectura que permite al lector sacar sus propias conclusiones, curiosa dualidad que recuerda al final de la mítica cinta británica <i>Breve encuentro</i>.</div>
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Ian McEwan tiene una habilidad natural para introducirnos en la historia en un par de páginas y también es un experto en la puesta en escena, lo que le permite desarrollar la historia con pulso casi diríamos teatral (algo que se evidenciaba en la intensa <i>Sábado, </i>que se desarrollaba en un solo día). La novela, al igual que la mayoría de las películas de Hollywood, puede articularse en los tres actos al uso que organizan el desarrollo argumental de forma coherente y ordenada, correspondiendo a la presentación del conflicto y los personajes la primera parte, el encuentro de Fiona con el joven y el juicio posterior el segundo, y la conclusión, con ese melodramático recital que venía preparándose desde el comienzo de la historia como punto culminante del drama. Hay en la historia sutiles muestras de sentimiento (algo poco frecuente en el autor) que nos recuerdan al Barnes de <i>El sentido de un final</i>, como son las referencias en el concierto o el cierre fantástico del capítulo 3, que en pocas palabras muestra al lector (y a la propia protagonista) cuáles son sus verdaderos sentimientos. </div>
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Un novela para disfrutar poco a poco (los detalles son abundantes y no solo con la intención de crear ambiente) y también para meditar, como nos tiene acostumbrados el autor en sus últimas obras, lejos ya de la provocación de sus primera etapa. Uno de esos libros que no te puedes quitar de la cabeza una vez que has terminado la lectura, lo que da muestra de su interés. Muy recomendable.</div>
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Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-12902101695969348372015-10-18T03:32:00.001-07:002015-12-29T03:44:29.283-08:00Viajar con lluvia<div>
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<a href="https://lh3.googleusercontent.com/-jMrvkeXj7-A/ViN1VCDMWUI/AAAAAAAAApU/zYUb5hdqBIs/s640/blogger-image--1958406035.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="http://lh3.googleusercontent.com/-jMrvkeXj7-A/ViN1VCDMWUI/AAAAAAAAApU/zYUb5hdqBIs/s400/blogger-image--1958406035.jpg" width="400" /></a></div>
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Contrariamente a la opinión general de la gente, a mí sí me gusta conducir con lluvia. En carretera, claro: en ciudad se vuelve un caos. Aquellos que no cogen el coche a diario lo cogen el día que llueve; hay más atascos, más ruido, menos visibilidad, más nervios, más accidentes. </div>
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Pero en carretera es distinto. Nos volvemos más prudentes, y si no es necesario, no salimos el fin de semana. Nos quedamos en casa, la lluvia y la carretera son un binomio que invita a la pereza y a la inmovilidad. Y en la carretera se nota esa ausencia. Los conductores reducen la velocidad, se adelanta menos, se muestra algo de prudencia.</div>
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Y se puede disfrutar del olor, del frío y de la humedad de la mañana; del ritmo tranquilo del camino, que vacío adquiere un aspecto inusual. Viajar con lluvia es un placer. Eso sí, siempre tras el cristal de mi asiento de copiloto, que reduce los riesgos. En estos momentos, ¿quién no comparte la emoción de Machado viajando en tren?</div>
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Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-33020457850439945532015-08-27T04:48:00.000-07:002015-08-27T04:48:30.837-07:00La impresión. "Réserve" en el Centro Pompidou de Málaga.<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-CR58aNhuvx0/Vd7tezwudrI/AAAAAAAAAoE/Ba3rLKMUFP8/s1600/VRj6VzFt.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://2.bp.blogspot.com/-CR58aNhuvx0/Vd7tezwudrI/AAAAAAAAAoE/Ba3rLKMUFP8/s320/VRj6VzFt.jpg" width="240" /></a></div>
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Estamos acostumbrados a que la música nos emocione. El arte más abstracto de todos puede hacernos llorar con una melodía o unos acordes de piano sin que exista una razón clara para ello. La música moldea nuestra percepción del mundo y ayuda a nuestro sistema nervioso, como nos recuerda <a href="http://abcblogs.abc.es/cerebro/public/post/robert-zatorre-la-musica-nos-emociona-nos-da-placer-y-nos-ayuda-a-controlar-el-sistema-nervioso-12272.asp/" target="_blank">Robert Zatorre</a>. Otras manifestaciones artísticas también nos conmueven; ocurre con la poesía, con el cine y con la pintura. Todos hemos llorado (de emoción o tristeza) con una novela o una película, y también con la contemplación de una obra de arte. En mi caso, el <i>Panteón</i>, el <i>Guernica</i> o la <i>Venus del espejo</i> han sido obras ante las que no he podido evitar un escalofrío.</div>
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La última de estas impresiones la he tenido en el Centro Pompidou de Málaga, pero por motivos muy distintos. En algunos casos la emoción viene motivada por la grandiosidad, por la belleza o la dificultad de la ejecución; en otros casos, es resultado del horror y el miedo.</div>
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Dentro del recién inaugurado Centro Pompidou de Málaga se encuentra una instalación del artista francés Christian Boltanski que se titula <i>Réserve</i>. Se trata de una habitación, de unos tres metros de ancho por cuatro de largo, al que se accede por una puerta estrecha. Dentro, las paredes están cubiertas por ropas y vestidos antiguos, colocados por capas, hasta cubrirlas por completo. La luz, escasa y cenital, aporta un ambiente oscuro y enfermizo al espacio, como si tratara de una buhardilla o almacén antiguo. Al entrar, la sensación que me embargó fue un tanto claustrofóbica; la calma del interior me angustiaba porque no parecía el resultado de una quietud buscada, sino más bien consecuencia de un abandono repentino. La escasa claridad tampoco ayudaba, y la impresión venía potenciada por un elemento fundamental: el olor. Dentro de la estancia olía a ropa usada, a ropa vieja, al armario de mi abuela. Y una pregunta me atenazó en ese momento: ¿de quién era toda esta ropa? ¿Dónde estaban? Inmediatamente, encontré la respuesta: pertenecía a gente muerta. Di un paso atrás y salí de la sala.</div>
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Me tuve que sentar fuera unos instantes, estaba temblando. Intenté acercarme a la entrada de nuevo pero no pude cruzar el umbral. Solo me atreví a leer el nombre del artista y de la obra. Y esa tarde busqué información sobre ella.</div>
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Efectivamente, Christian Boltanski es conocido por sus instalaciones y trabaja sobre conceptos como la presencia, la ausencia, el recuerdo y la memoria. Sus orígenes judíos hacen inevitable la referencia al Holocausto en su obra, y <i>Réserve</i>, obra de 1990, está relacionada con otras realizadas por aquella época como <i>Le lac des morts</i> o <i>Réserve Canada</i>, que también tratan el mismo tema a partir de la idea de la ropa como envoltorio, como resto que queda de alguien al desaparecer. El hecho de incluir el componente olfativo forma parte de la intención de Boltanski para potenciar la sensación del espectador, acercándolo al referente humano al que remiten las ropas abandonadas. La soledad, la desolación y el olvido flotan en medio de esa sala que remite a los almacenes donde los nazis guardaban las posesiones de los deportados. Una experiencia aterradora que me dejó durante días una sensación de ansiedad difícil de olvidar. Y que ojalá nunca olvidemos.</div>
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Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-28139547647501923202015-08-18T03:51:00.001-07:002015-08-18T03:51:10.830-07:00Joseph Roth, lectura de verano<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-tVglp75WbSc/VdMNRrEvUxI/AAAAAAAAAno/0PhnmnQyJfM/s1600/Joseph_Roth_%25281926%2529.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://2.bp.blogspot.com/-tVglp75WbSc/VdMNRrEvUxI/AAAAAAAAAno/0PhnmnQyJfM/s320/Joseph_Roth_%25281926%2529.jpg" width="215" /></a></div>
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Reconozco que el Imperio Austrohúngaro y su disolución es una de mis debilidades... Aunque es cierto que no se trataba de un mundo ideal como Stefan Zweig intenta reflejar en <i>El mundo de ayer</i>, no se puede negar que fue un período de ebullición creativa: Zweig, Ödön von Horváth, Schinitzler, Kafka, Hermann Broch, Robert Musil, Rilke, Mahler, Schönberg, Alban Berg, Webern, Zemlinsky, Schreker, Korngold, Krenek, Klimt, Schiele, Kokoschka, Otto Wagner, Josef Hoffmann, Freud, Wittgenstein... y Joseph Roth.</div>
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Joseph Roth es el bardo de ese mundo perdido; escritor prolífico, periodista de gran fama durante su vida, ha pasado a la historia de la literatura como el autor de <i>La marcha Radetzky</i>, novela centrada en la disolución del Imperio. Sin duda se trata de una de las lecturas fundamentales del siglo XX, pero su obra no acaba ahí: en su trepidante carrera como autor, que arranca en 1923 con la publicación de la novela <i>La tela de araña, y </i>se extiende hasta 1939, año de su muerte prematura en París como consecuencia de su alcoholismo, escribió quince novelas, varias novelas cortas y relatos, dos ensayos que despertaron gran interés (<i>Judíos errantes</i> y <i>El Anticristo</i>), y miles de artículos periodísticos. Su condición de judío lo llevó a abandonar Austria ante el auge del nazismo en Alemania (antes incluso de que se pudiera pensar en el <i>Anschluss</i> de 1938) y la prohibición de sus libros en el Tercer Reich fue sin duda una de las causas de su penuria vital y económica que desembocó en su muerte a los cuarenta y cuatro años.<br />
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Había leído algunas de sus novelas, pero ha sido la lectura del epistolario entre Roth y Stefan Zweig (los epistolarios son otra de mis perdiciones) la que me ha llevado a dedicar este verano a la lectura pormenorizada de su obra. La editorial Acantilado está realizando una labor encomiable en la recuperación del autor en nuestro país, del que había algunas ediciones en Anagrama y Edhasa pero del que existía un vacío preocupante. Se trata de una narrativa ágil, que destaca por la maestría de Roth para pintarnos, con muy pocos detalles, el carácter de sus personajes. La conflictiva situación del mundo germánico en el período de entreguerras es uno de los temas principales de su producción, junto con ese canto de cisne por la desmembración del Imperio y la problemática judía, especialmente desde la perspectiva del judaísmo oriental (recuerda en esto a algunas novelas de Irène Némirovsky). También los dos volúmenes editados por Acantilado que recopilan, por un lado, sus artículos de prensa publicados en Viena entre 1919 y 1922 (<i>Primavera de café</i>) y aquellos escritos en su exilio parisino (<i>La filial del infierno en la Tierra</i>) son, en el primer caso, un magnífico testimonio de su talento para reflejar la pintoresca realidad vienesa de la posguerra desde una perspectiva siempre humana, y en el segundo caso, una tremenda muestra de sus cantos de Casandra ante el horror que se cernía sobre Europa y que muy pocos supieron ver con antelación.<br />
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Un autor muy recomendable que merece una recuperación en toda regla. </div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-53395266389644608682015-08-02T01:04:00.002-07:002015-08-02T01:04:27.576-07:00La carretera<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-kOa48gBn0Fk/U_rfkxHpbZI/AAAAAAAAAfE/o346ru8DrLA/s1600/DSC09455-B.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="218" src="http://4.bp.blogspot.com/-kOa48gBn0Fk/U_rfkxHpbZI/AAAAAAAAAfE/o346ru8DrLA/s1600/DSC09455-B.jpg" width="320" /></a></div>
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Víctor salía todos los días de su casa a las siete y diez. Años de minuciosa observación y de cálculo del tiempo le habían llevado a reconocer que era el momento más idóneo para salir de su barrio. Si apuraba cinco minutos más, la rotonda donde confluían las calles más transitadas de la zona estaba atestada de coches, y ese primer retraso desencadenaba toda una serie de incidentes (atascos en el puente viejo, comienzo del turno de mañana en la fábrica de salazones, embotellamiento en los nudos que comunicaban con las ciudades dormitorio del extrarradio...) que se podían evitar con un breve adelanto. Esos cinco minutos eran vitales. Más de cinco resultaban innecesarios, porque salir a las siete, o a las siete menos tres, sólo significaba llegar al trabajo diez o trece minutos antes. Lo había comprobado en suficientes ocasiones como para afirmar rotundamente, con categórica determinación empírica, que las siete y diez era la hora exacta en que debía atravesar la puerta de su casa para montarse en el coche aparcado en la puerta. Llegaba al trabajo con el margen suficiente como para tomarse un cortado en la máquina de su planta, ordenar un poco su mesa y empezar a trabajar a las ocho y media. <br />
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Ni que decir tiene que semejante orden en los horarios parecía reflejar la personalidad de un hombre metódico y escrupuloso que evitaba los imprevistos y que seguía un esquema repetitivo a diario. Víctor dejaba preparada todas las noches la ropa que vestiría al día siguiente, el café listo dentro de la cafetera, la taza de leche sobre la mesa de la cocina junto a los cubiertos y la servilleta, su maletín en la puerta con las llaves del coche encima. Le gustaba que todo estuviera donde tenía que estar, encontrar las cosas donde las había dejado, guardar todo en su lugar y que nada se quedara por medio. El desorden, la impuntualidad, los imprevistos representaban el caos, y el caos era desequilibrio, aturdimiento, intranquilidad, miedo. Consciente de que la vida se compone de numerosas variables que no podemos controlar, Víctor procuraba, en la medida de lo posible, no dejar nada al azar.</div>
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Por ese motivo, su rutina y todos los elementos que formaban parte de ella colaboraban en crear un efecto de falso equilibrio que le ayudaba a vivir cada día y le permitía establecer un mapa mental con puntos fijos que servían de referencia: el vecino que salía a la misma hora que él y al que saludaba con un educado buenos días, la cafetería en la esquina del puerto que empezaba a abrir cuando él pasaba por su puerta, el tiempo que duraba cada semáforo en rojo y la concatenación de su temporalizadores, que determinaba en cuáles tendría que parar y en cuáles no, el guardia de seguridad en la puerta del hospital, la luz encendida en la ventana de un edificio donde siempre veía las sombras de sus inquilinos... Eran el término independiente, siempre fijo, en la compleja ecuación de su existencia. </div>
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Como parte de ese plan estático se encontraba el recorrido diario para llegar a la oficina. Nunca lo alteraba, ni decidía tomar rutas alternativas. El comportamiento gregario del ser humano alcanzaba en esto sus cotas más altas. Nada lo sacaba del camino aprendido, de los baches que nunca dejaban de estar en el mismo punto, de las intersecciones mal reguladas y las incorporaciones incómodas. Quizás hubiese una alternativa más rápida o mas cómoda, pero Víctor ya había dedicado tiempo a la observación empírica y había optado por ese trayecto imperturbable. Nada le hacía cambiar de rumbo.</div>
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Lo que nadie podía imaginar era que esa rígida disposición vital no correspondía en realidad a ningún rasgo de su carácter, sino que se trataba de una medida de autocontrol impuesta por el propio Víctor. En el fondo, Víctor era un hombre anárquico, impulsivo, de pensamiento desordenado y excesivamente emocional. Si dejase que sus inclinaciones internas se manifestaran, perdería el control de todo aquello que le habia costado años construir, ese armazón de normas, hábitos y repeticiones que contenía a la fiera amorfa que le bullía dentro.</div>
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Justo antes de llegar a su oficina, Víctor debía recorrer un trecho por carretera, saliéndose de la circunvalación. Era apenas medio kilómetro, y en el último recodo, un cruce lo obligaba a torcer a la izquierda para volver a la ciudad, al cuadrante, a la simetría. En ese corto trecho, el aire se volvía más puro, podía oírse el canto lejano de algún pájaro desconocido y Víctor se sentía por un minuto libre de ataduras. Se trataba de una sensación muy peligrosa porque aquella paz hacía tambalear su estricto equilibrio; cuando ese sentimiento de tranquilidad y desprendimiento se agudizaba, pisaba el acelerador y en la bifurcación dejaba atrás el paraje, incorporándose de nuevo al trazado urbano. Por unos segundos fantaseaba con la posibilidad de seguir por aquella carretera en lugar de dirigirse al trabajo: imaginaba los paisajes que contemplaría desde la ventanilla y aventuraba entre conjeturas a dónde llevaría ese camino que nunca se había planteado tomar. La fuerza de su voluntad era demasiado férrea como para permitírselo, pero la ensoñación le servía para tranquilizarse, recuperar el pulso y relajarse unos segundos antes de aparcar. </div>
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Esos breves cinco minutos de circulación por la carretera eran la única evasión que Víctor se permitía, pero teniendo en cuenta su natural inclinación, habría sido preferible cortar de raíz la debilidad buscando otra vía de acceso al trabajo, aunque fuera menos eficiente o menos cómoda para sus rígidos criterios. A pesar de tratarse de un trayecto corto que se recorría en un abrir y cerrar de ojos, el hechizo que ejercía sobre Víctor iba poco a poco invadiendo toda su rutina. Muy pronto se descubrió imaginando a dónde llevaría esa carretera, y mentalmente se repetía el breve trayecto en su imaginación, cambiando el final del recorrido, que continuaba adelante en lugar de girar hacia la izquierda en dirección al trabajo. Algunas noches esas imágenes se repetían en su cabeza al acostarse y le daban vueltas y vueltas hasta que caía dormido en la plácida entrega.<br />
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Su inquietud fue creciendo hasta el punto de desembocar en palpitaciones cada vez más violentas en el momento que se incorporaba a la carretera. Se establecía entonces una lucha contra sí mismo, entre su parte racional y su parte emotiva, entre deber y querer, una lucha que cada vez le deparaba más inquietudes. Llegaba al trabajo empapado en sudor y con el triste convencimiento de haber hecho lo correcto, aunque aquello no lo animara. La responsabilidad dejaba a veces un gusto muy amargo.<br />
<br />
Un día especialmente anodino, en una semana de poco trabajo y tan parecido al anterior que era difícil precisar su fecha, Víctor dio el paso. Siguió carretera adelante, sin dubitaciones, ignorando las indicaciones del cruce. Unas carcajadas incontrolables le llenaron el pecho. Bajó las ventanillas y respiró el aire fresco de la mañana. Lo había hecho. Había seguido adelante. No sabía qué iba a ocurrir a continuación, no tenía nada preparado, pero le daba igual. No iría a trabajar, dejaría que la carretera lo guiara; llevaba dinero encima, no necesitaba más. El aire en la cara, la luz tenue que comenzaba a colarse por entre los árboles, un camino nuevo que había recompuesto en su cabeza miles de veces y que por primera vez descubría. Estaba exultante.<br />
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Siempre había imaginado que la carretera seguía recta entre árboles durante varios kilómetros, adentrándose en un bosque tupido, pero lo cierto fue que la sombra de las ramas desapareció en poco más de ochocientos metros y el camino empezó a serpentear entre campos de cereales. Ya no había vegetación que lo protegiera de la luz del sol, y tuvo que ponerse las gafas de sol. Estaba contento, aquello no se parecía a lo que había soñado. Tantos años preguntándose por el aspecto de la carretera y resultaba algo completamente distinto a lo que había ido creando en su cabeza.<br />
<br />
Un cartel anunció un desvío hacia la derecha que indicaba "Polígono industrial" y Víctor lo pasó de largo. Entonces la calzada cambió un poco; se estrechó y la calidad del asfalto disminuyó. Baches y socavones le hicieron reconocer que en realidad la principal era la que llevaba al polígono y que se había salido de su idealizada carretera, pero daba la mismo. Se había dejado llevar por el impulso del instinto, por la llamada de lo desconocido. Y eso era lo más importante.<br />
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La nueva carretera zigzagueó entre arbustos y se fue acercando a unas edificaciones bajas. Cuando se quiso dar cuenta, Víctor se vio entre edificios que le resultaban familiares pero que no conseguía reconocer. Aquello le sonaba, le eran conocidas aquellas construcciones de color ocre sucias. Solo cuando desembocaron en una rotonda se percató de dónde estaba: en la puerta de su trabajo. Había accedido por el otro extremo de la rotonda, precisamente por esa incorporación que siempre le hacía preguntarse de dónde venía aquella carretera. Ahora ya lo sabía: del camino de sus sueños.<br />
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Hizo el giro con prudencia para incorporarse, entró y aparcó en su plaza de aparcamiento. Solo eran las ocho y veinte. Aún le daba tiempo de tomarse su cortado. Bajó del coche.<br />
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Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-27702426105789549282015-07-15T01:33:00.002-07:002015-07-15T01:33:57.000-07:00La tesis (y III)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-r6fTucdHO1g/VaYR9atmNiI/AAAAAAAAAm0/ng2XjiMgp3M/s1600/PRc6NRaY.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://4.bp.blogspot.com/-r6fTucdHO1g/VaYR9atmNiI/AAAAAAAAAm0/ng2XjiMgp3M/s320/PRc6NRaY.jpg" width="320" /></a></div>
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Por un momento pensé que aquello era una broma. Miré a la librera, que esperaba pacientemente mientras yo hojeaba los libros.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Esto... esto no es posible. Este libro... ¿ de cuándo es?</div>
<div style="text-align: justify;">
La mujer tomó el volumen de mis manos y abrió la última página, donde se leía "Este libro se terminó de imprimir el 11 de enero de 2015".</div>
<div style="text-align: justify;">
-A principios de año.</div>
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-Ya veo- respondí como si aquello lo aclarara todo. Leí por encima el primer capítulo y reconocí mis palabras en esa parte que ya tenía terminada. Sin embargo, al avanzar en el libro, vi que había capítulos que yo aún no había ni siquiera empezado, pero que seguían el esquema y las ideas que tenía esbozados. Las oraciones expresaban a la perfección conceptos e imágenes mentales que yo no había verbalizado pero que estaban en mi cabeza en bruto, aún por pulir, como parte del trabajo previo de organización, conceptualización y análisis. Reconocía mi estilo en ellas pero también me percataba de que eran el resultado de una calculada reflexión. ¿Quién había escrito que libro? O mejor dicho, ¿quién había escrito "mi" libro? En lugar de preguntarle de nuevo a la librera, que me contestaría alguna obviedad, abrí la solapa del libro, en donde una fotografía en blanco y negro de mí en pose pensativa e intelectual me contestó de forma gráfica. Abajo, unas breves líneas resumían mi trayectoria académica y profesional (qué triste, que tu vida pueda simplificarse en cuatro o cinco datos puntuales). Sin lugar a dudas, sin saber muy bien cómo ni por qué, yo era el autor del libro.</div>
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Agradecí a la librera su ayuda y me llevé todos los libros que me había mostrado, sin detenerme demasiado a mirarlos, huyendo casi como un ladrón con su botín a cuestas. El plan que empezaba a urdirse en mi cabeza me hizo sentir culpable, pero por mucho que intenté disiparlo, volvía a formarse como un nimbo denso que el viento no consigue arrastrar.</div>
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Cuando llegué a casa esa noche, tras un intenso viaje en tren que me permitió volver a repasar las maravillas que había comprado, encendí el ordenador y abrí la tesis por la página en la que me había quedado atascado unos días antes, punto en el que no conseguía expresar de forma correcta una apreciación sobre el estilo del autor que no quería que se tomara de manera categórica pero que me serviría para desarrollar el razonamiento posterior. Cogí mi libro, el que acababa de comprar, y busqué la misma página.</div>
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Allí estaba la frase perfecta. La que había estado buscando durante más de una hora sin conseguirlo y que fluía con sencillez en la página, ajena a la dificultad que había supuesto crearla. Transmitía a la perfección mi intención, dejando ver que se trataba de una suposición pero que parecía justificada, y enlazaba con la explicación que la seguía como si fuera parte del mismo desarrollo lógico. Eso era lo que yo había querido decir, y de hecho lo había dicho, pues escrito estaba. Así que sin rubor y convenciendo a mi conciencia de que no existía ningún dilema ético, fusilé el párrafo con la seguridad de que no vulneraba ningún derecho de autor más allá del mío.</div>
<div style="text-align: justify;">
Ni que decir tiene que no me detuve en aquel párrafo y que seguí hasta copiar el capítulo entero y los posteriores. Tuve que detenerme en ocasiones y buscar las referencias que se apuntaban y las obras que se citaban para comprender algunos pasajes, pero siempre, tras aclarar los comentarios y las alusiones, tenía que admitir que eran las mismas aportaciones que habría hecho yo mismo y las conclusiones a las que habría llegado.</div>
<div style="text-align: justify;">
Al terminar de copiar (y de entender) la parte final del trabajo tras una semana de intenso trabajo, hice lo mismo con todo lo anterior, ya que encontré algunas adicciones y correcciones que se me habían pasado por alto pero que mi libro sí contenía. Qué suerte tenerte a ti mismo para hacer ese trabajo tan pesado y agotador como es revisar una tesis.</div>
<div style="text-align: justify;">
Mi directora se sorprendió de que le presentara tres capítulos de golpe, y también de encontrar pocos comentarios que hacerles. Muchas de las cosas que se le ocurría apuntar aparecían dos líneas más abajo o en el párrafo siguiente, al igual que las referencias bibliográficas que me aconsejaba revisar para un apartado o sección concreta: ya estaban recogidas en las notas a pie de página o en el cuerpo del texto. Me felicitó por el trabajo y me informó de que estaba listo para defenderla.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Dicho todo esto, y sabido de antemano todo el trabajo que supone emprender un proyecto como este, recomiendo a cualquiera que esté pensando en el descabellado propósito de escribir una tesis que, antes de meterse de lleno en el proceso, se pase por la librería de Madrid por si encuentra su trabajo ya publicado y se ahorra así gran parte de la tarea.</div>
<br />
<br />Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-43173637853086407802015-07-13T04:22:00.001-07:002015-07-13T04:22:41.945-07:00La tesis (II)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-FMfO0bNVU38/VaOVRPx_JhI/AAAAAAAAAmg/lzub6qtijZc/s1600/CIMG0252.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://3.bp.blogspot.com/-FMfO0bNVU38/VaOVRPx_JhI/AAAAAAAAAmg/lzub6qtijZc/s320/CIMG0252.JPG" width="320" /></a></div>
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<br /></div>
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Recientemente estuve en Madrid para consultar en la Biblioteca Nacional algunos volúmenes para la tesis. Aproveché la ocasión para recorrer algunas de esas librerías maravillosas que ya conocía de visitas anteriores y varias librerías de viejo donde comprar obras del período en que estaba trabajando. En uno de esos paseos me encontré con una en la que jamás había entrado. Se encontraba en una bocacalle de la calle del Pez, oculta en un estrecho recodo entre un bar y una pequeña tienda de ultramarinos. Me llamó la atención porque los volúmenes expuestos en el escaparate no eran los más vendidos del momento sino clásicos en cuidadas ediciones, ensayos de historia y filosofía, libros ilustrados para niños de un gusto exquisito y una cuidada selección de libros antiguos de títulos atrayentes. Así que me decidí a hacerle una visita rápida.</div>
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Al entrar en la librería, me sorprendió la engañosa ilusión del escaparate, que por su estrechez hacía pensar en un local diminuto; pero en los edificios antiguos, el trazado irregular de los solares permite la existencia de insospechados espacios de una profundidad angosta e inabarcable, como si la tienda hubiera crecido sin control invadiendo el espacio disponible en edificios colindantes. Había estanterías que llegaban hasta el techo, y la disposición anárquica de los anaqueles, sin orden y aprovechando el más mínimo espacio libre, creaba una sensación de <i>horror vacui</i> que me resultaba placentera por deberse al alud de libros que la provocaba. Una anciana señora de mirada torva leía un libro de aportas en francés detrás del mostrador, y levantó los ojos del libro con parsimonia, convencida de que la llegada de un hipotético cliente no era motivo suficiente para abandonar la lectura.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Buenas tardes.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Buenas tardes.</div>
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-¿Qué desea?</div>
<div style="text-align: justify;">
-No conocía esta librería- comencé de un modo estúpido, un poco cohibido por su pregunta seca y directa.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Llevamos aquí más de cien años. ¿Busca algún libro en concreto? No tenemos muchos libros de literatura actual, no sé si podremos satisfacerle.</div>
<div style="text-align: justify;">
Me ofendió que pensara que yo era un consumidor de novelas de piscina, y respondí a la defensiva:</div>
<div style="text-align: justify;">
-Ya me he dado cuenta, por eso he entrado.</div>
<div style="text-align: justify;">
Solo entonces se quitó ella las gafas y me miró por primera vez con interés, como si yo fuera realmente una persona. Quizás sí me trataba de un cliente potencial.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿Sí? ¿Y qué busca usted?</div>
<div style="text-align: justify;">
-Pues, básicamente, bibliografía sobre teatro.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿Sobre historia del teatro, práctica teatral, teoría teatral, semiótica teatral, un período concreto, un autor determinado? ¿En español, en inglés, en francés, en alemán, en italiano, en portugués?- preguntó la retahíla sin pausa pero sin aceleración, repitiendo un listado bien aprendido que le aburría reproducir.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Pues... sobre teatro de principios del siglo XX en España.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿En castellano o catalán?</div>
<div style="text-align: justify;">
-En castellano. Teatro simbolista y de inicios de la vanguardia. Teatro renovador, pero nada de Lorca ni de Valle, por supuesto.</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿Autores?</div>
<div style="text-align: justify;">
-Pues... si tuviera algo de José Francés y Tomás Borrás... También me serviría bibliografía sobre Martínez Sierra, Manuel Abril, Sassone... </div>
<div style="text-align: justify;">
-Déjeme ver.</div>
<div style="text-align: justify;">
Se dio la vuelta y me dejó ante el libro abierto que acababa de soltar. Mi deformación profesional me hizo fijarme en él: estaba escrito en griego con explicaciones en francés, y me entretuve intentando descifrar el texto visto del revés. A punto estaba de comprender la primera línea cuando la señora se presentó con una pila de libros que le ocultaban la cara. No dio muestras de costarle trabajo transportarlos, y los depositó en el mostrador sin esfuerzo. </div>
<div style="text-align: justify;">
La mayoría eran ediciones desconocidas para mí, tan desconocidas como que hasta entonces había pensado que aquellas piezas nunca se habían editado y que habían quedado inéditas en vida de sus autores. Busqué los años de edición y se remontaban a la época de mayor producción de sus autores. Me temblaban las manos y la mujer me preguntó:</div>
<div style="text-align: justify;">
-¿Le interesa alguno?</div>
<div style="text-align: justify;">
Asentí sin mirarla, puesta toda mi atención en aquellas portadas descoloridas por el tiempo y en su contenido desconocido e ignorado por mí hasta un minuto antes.</div>
<div style="text-align: justify;">
-Tengo también varios volúmenes de crítica y teoría que tal vez le interesen.</div>
<div style="text-align: justify;">
Volví a asentir, apenas consciente de lo que me decía, y a los poco minutos se presentó con una nueva pila. <i>Teatro simbolista en España. Los grandes desconocidos, El otro teatro modernista, La escuela del Teatro del Arte. (1916-1925). Autores y obras</i>... Estaban publicados en editoriales que no había oído en mi vida, pero el contenido era muy valioso. Muchos de los autores me eran desconocidos, pero sus trabajos venían prologados por especialistas indiscutibles en la materia. Contenían abundante bibliografía, mucha de ella reciente, notas a pie de página ¡y todos los volúmenes estaban indexados! Eso facilitaría mi búsqueda una barbaridad, se agradecía enormemente. ¿De dónde habían salido aquellos libros? ¿Por qué no habían aparecido en las listas de novedades que me llegaban a diario al correo? ¿Cómo no había saltado ninguna alarma ni los había encontrado en las exploraciones que regularmente realizaba en la bases de datos? Pero la sorpresa mayor me la deparó el último volumen. Se titulaba <i>Tendencias renovadoras del teatro español del primer tercio del siglo XX: José Francés y Tomás Borrás</i>. El mismo título que mi tesis. Pero no acababan ahí las coincidencias. El autor era yo mismo.</div>
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Seguirá...</div>
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Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-82472281902760358892015-07-11T01:31:00.000-07:002015-07-11T01:31:01.755-07:00La tesis (I)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-dGLpzp7d8Ug/VaDFwrrTLJI/AAAAAAAAAmI/Mb1X0mV-rLo/s1600/file000340520273.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="137" src="http://2.bp.blogspot.com/-dGLpzp7d8Ug/VaDFwrrTLJI/AAAAAAAAAmI/Mb1X0mV-rLo/s320/file000340520273.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
Escribir una tesis tiene mucho de novela negra. Uno tiene que investigar, encontrar referencias, hallar pistas e indicios de otros autores, leer mucha bibliografía, seguir rastros que llevan a un callejón sin salida, volver al camino recorrido y observar de nuevo lo que tienes ante los ojos con una perspectiva distinta que te permita descubrir algo que en una primera lectura había pasado desapercibido. Y en muchos casos se consigue, tras mucho indagar, descubrir al asesino.</div>
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<br /></div>
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Una parte importante del proceso (una de las que más, precisaría yo), es la búsqueda de una bibliografía adecuada. Para encontrarla, se puede recurrir a tres métodos:</div>
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<div style="text-align: justify;">
a) La recomendación de un entendido en la materia, que suele ser la más canónica y con la que habitualmente se comienza cualquier investigación. El director (o directora, que ya sabemos que el masculino es el género no marcado), sugiere una bibliografía básica para comenzar el trabajo ("toma, léete todo esto") y uno corre a la biblioteca a sacar todos los títulos listados, que suelen ser más de veinte.</div>
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<br /></div>
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b) Las citas que aparecen en la bibliografía con la que trabajamos, que nos permite ir ampliando la red de referencias que se urde a partir de las primeras que tuvimos (la lista inicial) a modo de esquema arbóreo, pues de cada volumen salen bastantes referencias útiles y libros y artículos que se pueden consultar. Sin embargo, este esquema se va complicando a medida que avanza nuestra investigación y se convierte en un diagrama de flujo complejo donde en algunos acasos las citas se cruzan, las llamadas se repiten y el entramado de vuelve confuso con tanto ir y venir de líneas; además, llega un momento en que es difícil abrir nuevas ramas en un sistema tan centrado en sí mismo que se retroalimenta de sus propias partes (i.e., el mundo académico). Es por ello que se hace necesario volver a la recomendación de un entendido que permita un injerto en nuestro esquema que le aporte savia nueva o bien pasar al tercer método.</div>
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<br /></div>
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c) La búsqueda aleatoria, libre, aterradoramente amplia. Escribir "Lope de Vega" en el catálogo de la universidad e ir revisando uno a uno todos los volúmenes, todos los artículos indexados, todas las actas de congresos que aparecen, y luego repetir el proceso en buscadores de publicaciones especializados, en otras bibliotecas, en bases de datos digitales, en repositorios universitarios, en la Biblioteca Nacional, en google, y cómo no, la última opción, la búsqueda de campo en las librerías.</div>
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<br /></div>
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Ir a las librerías en busca de bibliografía se parece a ir de rebajas. No se puede ir con una idea preconcebida ni con la firme determinación de comprarse un pantalón de vestir azul marino sin pinzas (por poner un ejemplo); solo con una mente abierta, dispuesta a aceptar que podemos encontrar cualquier cosa, permite salir airoso de una situación semejante. El concepto es "a ver qué me encuentro". Y así se encuentran tesoros inesperados.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hay librerías donde por definición no se entra cuando se está inmerso en estas exploraciones de campo porque en ellas no se puede encontrar nada útil para nuestra investigación. Son las típicas librerías bien iluminadas, funcionales y modernas, adecuadas para adquirir el último éxito del verano, la novela histórica de moda, libros de cocina surgidos de un programa de televisión o autobiografías de famosos [<i>sic</i>]. En estas librerías difícilmente se encuentra algo que nos sirva para descubrir nuevas pistas. </div>
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<br /></div>
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Son en cambio un filón las pequeñas librerías especializadas, las atestadas de libros, con poca ventilación, en calles poco transitadas y con un ingente depósito en un almacén escondido al fondo, que se estira y amplía como el estómago de Gargantúa. Encontrar por casualidad uno de estos establecimientos alegra el corazón: es una joya oculta que invita a la exploración.</div>
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<br /></div>
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Una de estas librerías ha sido fundamental para la finalización de mi tesis, pero ya hablaré de ella en la próxima entrada.</div>
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Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-33135522769690935372015-07-11T00:24:00.000-07:002015-07-11T00:25:22.304-07:00Diez meses y once días<div style="text-align: justify;">
Ha sido una ausencia larga; las circunstancias lo requerían. Acabar la tesis era una prioridad, y aunque no he dejado de leer (eso es innegociable), sí he dejado de escribir por aquí. Que no de escribir, pues se trata de una necesidad y no puede controlarse. Además, la tesis también cuenta, aunque no sea ficción (o sí), ni reseña de un libro, ni de una película, ni nada parecido. Solo que no es lo más adecuado para este rincón.</div>
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<br /></div>
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Eso sí, mi lista de escrituras pendientes es larga. He ido anotando cosas sobre las que necesito hablar, relatos, cuentos y demás. Irán apareciendo poco a poco, y recuperaremos el ritmo habitual (¿una entrada a la semana no sería perfecto?). Mi propósito para el verano es desempolvar el blog, desentumecerlo y devolverlo a la vida. Y seguir con <i>Hiperión</i>. Quienes lo conocéis, ya sabéis de qué se trata. El resto, ya lo verá.</div>
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<br /></div>
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Un placer estar de vuelta.</div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-77706670053835068152014-08-30T03:56:00.003-07:002014-08-30T03:56:54.239-07:00Der Jasager y Tomorrow belongs to me<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/--ebqzMLJqAc/U_9d4in2CqI/AAAAAAAAAfY/oRTymW31VmQ/s1600/6a014e6089cbd5970c01538de05eb1970b.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/--ebqzMLJqAc/U_9d4in2CqI/AAAAAAAAAfY/oRTymW31VmQ/s1600/6a014e6089cbd5970c01538de05eb1970b.jpg" height="244" width="320" /></a></div>
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;"><br /></span>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;">La colaboración entre el músico alemán Kurt Weill y el dramaturgo Bertolt Brecht no se limitó a las famosas <i>Ópera de los tres centavos</i> (<i style="background-color: white; line-height: 22px;">Die Dreigroschenoper</i><span style="background-color: white;"><span style="line-height: 22px;">, 1928) y <i>Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny (</i></span></span></span><span style="background-color: white;"><span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;"><i style="line-height: 22px;">Aufstieg und Fall der Stadt Mahagonny</i><span style="line-height: 22px;">, 1930), sino que también escribieron en colaboración otras piezas de gran valía como la cantata </span><i style="line-height: 22px;">Réquiem berlinés</i><span style="line-height: 22px;"> (</span><i style="line-height: 22px;">das Berliner Requiem</i><span style="line-height: 22px;">, 1928), la comedia musical </span><i style="line-height: 22px;">Final Feliz</i><span style="line-height: 22px;"> (</span><i style="line-height: 22px;">Happy End</i><span style="line-height: 22px;">, 1929) o el ballet cantado </span><i style="line-height: 22px;">Los siete pecados capitales</i><span style="line-height: 22px;"> (</span><i style="line-height: 22px;">Die sieben Todsünden</i><span style="line-height: 22px;">, 1933). Entre esas piezas menos conocidas he tenido la suerte de encontrarme con una pequeña obra, de apenas media hora de duración, titulada </span><i style="line-height: 22px;">Der Jasager</i><span style="line-height: 22px;"> (que significa "El que dice sí" o "El afirmador", y que en la colección de Teatro Completo de Brecht editada por Alianza y Cátedra se titula <i>El consentidor</i>). La puedes escuchar <a href="https://www.youtube.com/watch?v=YZWMWIZkXFE" target="_blank">aquí</a>.</span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;"><br /></span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;">La obra marca el fin del período de colaboración más intensa entre los dos artistas (entre 1927 y 1930) y es la última que escriben en la república de Weimar. Habrá que esperar hasta el exilio para que sus caminos vuelvan a encontrarse tres años después en París, donde se estrenará </span><i style="line-height: 22px;">Los siete pecados capitales</i><span style="line-height: 22px;">, broche final del tándem creativo. Muchas cosas habrán cambiado en esos tres años, como la subida de Hitler al poder y un cierto distanciamiento entre las posturas ideológicas de ambos; pero no conviene adelantar tanto...</span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white;"><span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;"><br /></span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="background-color: white;"><span style="line-height: 22px;"><i>Der Jasager</i> está basada en una pieza de teatro </span></span><span style="background-color: white; line-height: 22px; text-align: start;">nō </span><span style="background-color: white;"><span style="line-height: 22px;">japonés titulada </span><i style="line-height: 22px;">Taniko</i><span style="line-height: 22px;">. Arthur Waley la tradujo al inglés, y Elisabeth Hauptmann, que por aquel entonces era amante de Brecht, le mostró la pieza al dramaturgo. Mucho se ha escrito sobre el papel de colaboradora que Hauptmann tuvo en la obra de Brecht (tradujo gran parte de </span><i style="line-height: 22px;">The Beggar's opera</i><span style="line-height: 22px;"> que sirvió de punto de partida para </span><i style="line-height: 22px;">Die dreigroschenope</i><span style="line-height: 22px;">r, colaboró también en </span><i style="line-height: 22px;">Mahagonny</i><span style="line-height: 22px;"> y en la versión primitiva de </span><i style="line-height: 22px;">Happy End</i><span style="line-height: 22px;">) y aún hoy en día se discute si algunas de estas colaboraciones no fueron sino trabajos que Brecht firmó pero que escribió ella. Fuera obra de Hauptmann o de Brecht, lo <span style="color: #252525;">cierto es que el texto de </span></span><i style="color: #252525; line-height: 22px;">Der Jasager</i><span style="color: #252525; line-height: 22px;"> sigue casi palabra por palabra la traducción inglesa hecha por Waley. </span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="background-color: white;"><span style="color: #252525;"><span style="line-height: 22px;"><br /></span></span></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="background-color: white;"><span style="color: #252525;"><span style="line-height: 22px;">El argumento de la pieza es muy sencillo: en el primer acto, un profesor se propone viajar a una ciudad más allá de las montañas para buscar medicinas y médicos que puedan ayudar a curar una epidemia que asola al pueblo donde vive. Pero antes debe visitar a un alumno que hace días que no acude a clase. Al llegar a la casa, el chico le explica que su madre viuda está enferma y que no ha podido dejarla sola. La mujer lo recibe en la cama, y el profesor le cuenta sus planes de viaje. El niño se ofrece voluntario para acompañarlo; el profesor le explica que se trata de un viaje duro y peligroso y que es mejor que se quede con su madre. Pero el chico insiste: debe buscar medicinas para ella. Ante su firmeza, la madre le da permiso y el chico parte con el profesor. En el segundo acto, la expedición, formada por varios estudiantes, el profesor y el chico, se detiene antes de pasar la cresta superior de la montaña. El chico está agotado por la ascensión, y los estudiantes temen que esté enfermo. De ser así, no podrá pasar la cresta, estrecha y de difícil tránsito. El chico murmura que está cansado y el profesor le contesta con cierto desagrado que ya sabía de antemano que se trataba de un viaje muy duro. El chico empeora; los estudiantes intentan en vano cruzar la cresta llevándolo en brazos pero no lo consiguen. No pueden avanzar pero tampoco pueden quedarse allí con el chico pues deben ir en busca de las medicinas. El dilema les lleva al cumplimento de una costumbre conocida por todos: cuando alguien enferma y no puede seguir al grupo, es dejado atrás para no perjudicar a los </span></span></span></span><span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;">demás. Pero antes se le plantea al enfermo una pregunta, que tradicionalmente se contesta siempre de forma afirmativa: ¿Estás de acuerdo en que te abandonemos? El chico responde que sí; los estudiantes explican que no deben dejar al chico moribundo en la montaña. La costumbre establece que hay que arrojarlo al profundo valle para darle muerte. Así lo hacen y lo cubren de piedras planas y terrones de tierra antes de seguir su camino.</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;">Musicalmente, la obra presenta una sobriedad que contrasta con otras obras de Weill; aunque se aprecia el gusto del músico por los ritmos marcados (el coro de entrada sirve de ejemplo) la mayor parte de la ópera se basa en el canto y en el obstinato de un instrumento que sirve de apoyo; la orquestación es muy sencilla, sustentada principalmente en el acompañamiento de piano y viento (flauta, clarinete y saxofón alto). La orquesta al completo se reserva para las intervenciones del coro y los concertantes que coinciden con los momentos más dramáticos (los finales de los dos actos). Las intervenciones del chico (papel cantado por un niño soprano) son muy emotivas por su simplicidad y lirismo; las del coro, de raigambre clásica, comentan con gran efectismo los acontecimientos (el accidentado viaje, el heroico final del chico precipitado al vacío).</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;">La escucha de esta pequeña "ópera escolar" sobrecoge por la crueldad de su planteamiento. Las enseñanzas de origen budista que encierra (el sacrifico en favor de la comunidad, la aceptación de las costumbres como leyes inmutables, la necesidad de aplicarlas sin ningún tipo de reflexión) hacen pensar en el auge de los totalitarismos que seguirán unos años después. Brecht recibió duras críticas y por ese motivo la revisó, dulcificando su contenido (el argumento aquí resumido corresponde a la segunda versión), y la completó con otra obra, <i>Der Neinsager</i> ("El que dice no") que sirve como antítesis de la anterior. Sin embargo, la segunda pieza nunca fue musicalizada por Weill. </span></span><br />
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;"><br /></span></span>
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;">El asunto presenta no pocos puntos de discusión; como analiza Erika Hughes (2010), la primera polémica es la traducción del texto. Pensemos que la obra original, </span><i style="line-height: 22px;">Taniko</i><span style="line-height: 22px;"> ("El lanzamiento al valle"), escrita en el siglo XV, poseía un fuerte contenido religioso; los miembros de la expedición eran peregrinos que iban camino de un templo en la montaña. La costumbre que debían seguir era un rito de purificación: ningún enfermo podía alcanzar la cima porque se trataba del dominio de los dioses, limitado únicamente a los seres puros. El peregrino que se arroja al valle realiza un acto de auto-sacrificio pues no cumple la condición necesaria. La obra concluía con la oración del resto de los peregrinos, que pedían la salvación del chico. Su plegaria era escuchada, y un Espíritu se elevaba llevando el cuerpo del muchacho, premiando su sacrificio. Este pasaje final desaparece en la traducción inglesa de Waley, que lo limita a una nota a pie de página; la intención del inglés era resaltar la crueldad de ciertas normas religiosas, tesis que contiene su versión. Cuando Brecht, a partir de la traducción de Hauptmann, escribe su propia versión de la historia, elimina de ella cualquier referencia religiosa. Nada queda de los peregrinos, ni del templo, ni de los dioses ni del Espíritu salvador. La Religión ha sido sustituida por la Ciencia (los médicos y las medicinas) aunque no quede clara cuál es el sustento ideológico que justifica la existencia de la costumbre. </span></span><br />
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;"><br /></span></span>
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;">Esa "costumbre" se convierte en la Ley que hay que cuestionar en <i>Der Neinsager</i>, obra complementaria de la primera y que Brecht presenta como antítesis siguiendo la dialéctica hegeliana. La obra es idéntica a la anterior, con la única diferencia de que, cuando llega el momento de responder a la fatídica pregunta ("¿Estás de acuerdo en que te abandonemos?"), el chico responde no. Entonces los estudiantes y el profesor discuten qué hacer. El chico explica que las circunstancias han cambiado y propone seguir una nueva costumbre: reflexionar en cada situación para decidir cómo actuar según las circunstancias. Convencidos por las palabras del chico, el grupo vuelve al pueblo con el enfermo, sin importarles el escarnio o las burlas que puedan hacer de ellos al llegar. </span></span><br />
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;"><br /></span></span>
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;">Brecht no presentaba esta segunda versión como la definitiva; siguiendo sus ideas marxistas, debían cuestionarse ambas posturas, tanto el sí como el no, para llegar a una síntesis final donde el juicio propio determinara cuál es la respuesta correcta. En ello además jugaba un papel fundamental su idea de "teatro didáctico". Según Brecht, el "teatro didáctico" es un método de aprendizaje perfecto, pues los estudiantes participan en la creación de la obra al tiempo que la observan. El "teatro didáctico" se basa en el ensayo, pues la representación ideal es una continua revisión del proceso, del que se aprende y con el que se sigue trabajando. Por ese motivo, del mismo modo que se cuestiona la dialéctica actuación-dirección, audiencia-actor, o lectura-representación, que se diluyen con este método, también se puede discutir la antítesis sí-no contenida en ambas piezas. Se pueden leer los diversos artículos dedicados al tema y los propios textos teóricos de Brecht dedicados al "teatro didáctico", sobre lo que no me quiero extender demasiado. Pero lo que está claro es que una cosa son las intenciones teóricas de Brecht, muy interesantes desde el punto de vista pedagógico y teatral, y otra muy distinta la percepción del público y de la crítica. Ese mismo año Brecht realizaría otra obra en colaboración, </span><i style="line-height: 22px;">La medida</i><span style="line-height: 22px;"> (</span><i style="line-height: 22px;">Die Massnahme</i><span style="line-height: 22px;">), una "cantata didáctica" con música de Hanns Eisler, con quien se sentía más afín tras las desavenencias con Weill y Hindemith, con quien también había colaborado. En este caso, las críticas lanzadas a </span><i style="line-height: 22px;">Der Jasager</i><span style="line-height: 22px;">, que se relacionaban con la sumisión personal a las divisas comunistas, están más que justificadas: cuatro camaradas de viaje a China deben asesinar a otro compañero para cumplir su misión. La ejecución y posterior ocultamiento del cadáver (plan en el que colabora la propia víctima), ensalza la desaparición del individuo en favor de la colectividad, exaltando una de las máximas estalinistas. No toda la crítica está de acuerdo en relacionar el argumento y sentido de las dos piezas, pues según una explicación posterior de Brecht, la costumbre que se debe cuestionar en </span><i style="line-height: 22px;">Der Jasager</i><span style="line-height: 22px;"> / </span><i style="line-height: 22px;">Der Neinsager</i><span style="line-height: 22px;"> es el orden burgués, aunque cualquier espectador con cierto sentido crítico podría replicar que la obra puede dirigir su parábola contra todo modo de autoritarismo, sea burgués o proletario, más allá de la intención originaria de su autor.</span></span><br />
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;"><br /></span></span>
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;">Como decía al principio, la escucha de la obra sobrecoge por el mensaje que contiene; pensemos además que tuvo un éxito enorme, más de trescientas representaciones en los tres años siguientes en colegios e institutos (pues fue la condición que pusieron Weill y Brecht para ceder los derechos de la pieza por muy poco dinero), llevadas a cabo por grupos de escolares. Fue una pieza bien conocida por la juventud de comienzos de la década de los 30, y el mensaje de sumisión, aceptación de las normas impuestas y disolución de la identidad propia calaron en los adolescentes, como se demostró desgraciadamente unos años después.</span></span><br />
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;"><br /></span></span>
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;">Sin ir más lejos, al terminar de escuchar la pieza, me vino a la memoria uno de los pasajes más estremecedores del musical </span><i style="line-height: 22px;">Cabaret</i><span style="line-height: 22px;">, el momento en que un chico canta un himno en un merendero campestre, rodeados de familias que disfrutan del día de descanso. Lo que comienza como una espontánea muestra de alegría se convierte en una manifestación de euforia colectiva con visos de locura, ante la mirada aterrada de la única persona que no se levanta ni participa en el canto, un anciano con gafas. Puedes ver </span><span style="line-height: 22px;">el fragmento</span></span><span style="color: #252525; font-family: Times, 'Times New Roman', serif; line-height: 22px;"> </span><a href="https://www.youtube.com/watch?v=KKr8FqJUlrg" style="font-family: Times, 'Times New Roman', serif; line-height: 22px;" target="_blank">aquí</a><span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;">. No es difícil imaginar que ese adolescente habría podido ser aleccionado unos años antes con la representación de <i>Der Jasager</i> en el colegio, que no le hizo cuestionarse la ideología burguesa como pretendía Brecht sino que le hizo ver el atractivo de pertenecer al grupo y acatar sus normas sin cuestionarlas. </span></span><span style="color: #252525; font-family: Times, 'Times New Roman', serif; line-height: 22px;">La relación entre </span><i style="color: #252525; font-family: Times, 'Times New Roman', serif; line-height: 22px;">Der Jasager</i><span style="color: #252525; font-family: Times, 'Times New Roman', serif; line-height: 22px;"> y </span><i style="color: #252525; font-family: Times, 'Times New Roman', serif; line-height: 22px;">Cabaret</i><span style="color: #252525; font-family: Times, 'Times New Roman', serif; line-height: 22px;"> no es tan descabellada si pensamos que Kander y Ebb, los compositores del musical, se inspiraron en Weill y en la república de Weimar al adaptar la novela </span><i style="color: #252525; font-family: Times, 'Times New Roman', serif; line-height: 22px;">Adiós a Berlín</i><span style="color: #252525; font-family: Times, 'Times New Roman', serif; line-height: 22px;"> de Isherwood de la que se extrae el argumento. </span><br />
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;"><br /></span></span>
<span style="color: #252525; font-family: Times, Times New Roman, serif;"><span style="line-height: 22px;">La intención didáctica de la ópera escolar no consiguió el efecto deseado, pues aleccionó a los jóvenes alemanes en el sacrificio que muchos realizarían en la década siguiente, como el fragmento de la película refleja fielmente. La crítica debería tal vez replantearse la recepción que tuvo en su época, ya que la aparente "lección" de </span><i style="line-height: 22px;">Der Jasager</i><span style="line-height: 22px;"> fue apoyada por grupos contrarios a la república que alimentarían la ascensión del nazismo. Sintomático es que, a pesar de su calidad musical, la obra no haya sido apenas repuesta después de 1945 y no se ha recuperado para el repertorio, como sí ha ocurrido con otras obras de Weill. Por algo será. </span></span></div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-5304504249577772942014-08-17T00:34:00.000-07:002014-08-17T00:39:13.338-07:00Recuerdos<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/vt1Pwfnh5pc?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></div>
<br />Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-78128892419687835482014-05-15T02:44:00.002-07:002014-08-17T00:33:35.886-07:00Razonamiento irrefutable<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-e0EugxAi7yA/U3SKD7zDYWI/AAAAAAAAAdg/-UBI3S7ihf8/s1600/file8851249322427.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" closure_lm_671782="null" src="http://2.bp.blogspot.com/-e0EugxAi7yA/U3SKD7zDYWI/AAAAAAAAAdg/-UBI3S7ihf8/s1600/file8851249322427.jpg" height="214" width="320" yta="true" /></a></div>
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;">
<br /></div>
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;">
PROFESOR.- El examen será el miércoles.</div>
<div>
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;">
<div style="text-align: justify;">
ALUMNA.- (<i>zalamera</i>) Profesor, por favor, el martes tenemos un examen de inglés muy difícil y hay que estudiar un montón, y no nos va a dar tiempo. ¿Por qué no lo pone la semana que viene?</div>
</div>
</div>
<div>
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none;">
<div style="text-align: justify;">
PROFESOR.- Llevo diciendo lo del examen desde hace dos semanas. Hay que ser un poco más previsores. Cuando yo tenía vuestra edad a veces había dos o tres exámenes el mismo día y nadie se moría.</div>
</div>
</div>
<div>
ALUMNA.- (<i>molesta</i>) A mí me da igual lo que hiciera cuando estaba en el instituto.</div>
<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; text-align: justify;">
PROFESOR.- (<i>sonriente</i>) Y a mí me da igual tu examen de inglés. El miércoles tenemos el final y no hay discusión.</div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-18737023745576199222014-02-14T07:13:00.003-08:002014-02-14T07:13:46.588-08:00El lector de fuentes secundarias<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-tyN38Ci-2-4/Uv4xdOtnY-I/AAAAAAAAAcU/lX-0W572kek/s1600/boldtcastle_library.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://4.bp.blogspot.com/-tyN38Ci-2-4/Uv4xdOtnY-I/AAAAAAAAAcU/lX-0W572kek/s1600/boldtcastle_library.JPG" height="320" width="213" /></a></div>
<br />
Albert Dummkopf era un lector muy serio. La misma seriedad con que se comportaba en su vida diaria se reflejaba en su manera de vestir, sus costumbres y sus hábitos. Siempre vestía de gris o de negro, y las únicas notas de color que se permitía era el burdeos de sus gafas de pasta. Albert nunca sonreía; daba por sentado que la risa y sus variantes eran un signo de volubilidad, y por ello las rechazaba de pleno. A lo sumo, se permitía enarcar la ceja las pocas veces que emitía un comentario irónico, aunque mejor sería decir sarcástico, pues su carácter era más proclive a la censura implícita del sarcasmo (emparentado también con la soberbia) que a la liviana crítica que acompaña a la ironía, mucho más amable y humana.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;">Como decíamos, Albert era un hombre muy serio. No veía la televisión, leía solo las noticias políticas y económicas de los periódicos y se saltaba los ecos de sociedad, las páginas deportivas y aquellas dedicadas al ocio. Nunca se lo veía asitir a fiestas populares, celebraciones o festejos, que consideraba vulgares, de poca clase y carentes de interés. Consideraba que su intelecto estaba por encima de tales </span>manifestaciones del sentir de la plebe, básicas y primitivas, alejadas por completo de su posición moral privilegiada, desde la cual oteaba el horizonte y negaba con la cabeza ante la inagotable estupidez humana.</div>
<div>
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Las lecturas de Albert, lógicamente, participaban de su superioridad intelectual. Jamás lo vieron leer un best seller, o una novela policíaca, o un libro de auto ayuda; todos ellos entraban dentro de la categoría de basura para su rígida estructura mental. Tampoco las memorias o biografías de personajes intrascendentes podían ocupar su valioso tiempo, así que ignoraba las oportunistas y farrulleras obras que se publicaban coicidiendo con inesperadas exequias o con una fama repentina (deportistas, cantantes, actores, famosos de tres al cuarto, miembros de la realeza, políticos), de manera que solo aquellas figuras que pasaban el severo filtro de la trascendencia podían ser objeto de una lectura por parte de Albert; así, podía leer una biografía de Napoleón o de Alejandro Magno, pero no de Vichy o Nixon; sí de Churchill o Guillermo II pero no de Merkell o Sarkozy; sí de Marie Curie pero no de Steve Jobs.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Semejante escrupolosidad se manifestaba del mismo modo en sus lecturas literarias, que seleccionaba con la precisión de un bisturí, con la particularidad de que, movido por su rígida concepción de las obligaciones, había desarrollado un complejo sistema de lecturas que intentaba demostrar la innecesaria dependencia con respecto a las fuentes primarias. Es decir, Albert no leía a Shakespeare sino lo que Harold Bloom decía de Shakespeare; no leía a Baudelaire sino lo que Sartre o Benjamin decían de Baudelaire, no leía a Hölderlin sino lo que Heidegger decía de Hölderlin. Como consecuencia de ello, siempre regaba con suculentas citas su conversación, citas que causaban la admiración de sus oyentes: "como dice Heidegger, la <span style="-webkit-text-size-adjust: auto; background-color: rgba(255, 255, 255, 0); text-align: justify; text-indent: 47.266666412353516px;">esencia de la poesía que instaura Hölderlin es histórica en grado supremo, porque anticipa un tiempo histórico. Pero como esencia histórica es la única esencia esencial", o "según Bourdieu, la radical originalidad de Flaubert, y lo que confiere a su obra un <i>valor </i>incomparable, radica en la relación que entabla, por lo menos negativamente, con la totalidad del universo literario en el que está inscrito". Después de soltar sus lapidarios comentarios, Albert, fingiendo humildad, cambiaba de tema para resaltar aún más el efecto.</span></div>
<div>
<span style="-webkit-text-size-adjust: auto; background-color: rgba(255, 255, 255, 0); text-align: justify; text-indent: 47.266666412353516px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="-webkit-text-size-adjust: auto; background-color: rgba(255, 255, 255, 0); text-align: justify; text-indent: 47.266666412353516px;">De hecho, su hábito se convirtió en tendencia entre sus conocidos y entre aquellos que querían reflejan una sombra de su elegante seriedad; la lectura de fuentes secundarias se disparó en la ciudad, que empezó a interesarse por los comentarios de Gide sobre Dostoyevski, leían la tesis doctoral de Deleuze sobre Spinoza o agotaban la voluminosa edición del ensayo sobre las imágenes del mal en la literatura romántica de Mario Praz. El buen tono y la sofisticación impusieron la cita y el comentario como elementos fundamentales en cualquier conversación, elementos sin los cuales se consideraba que los interlocutores carecían de cultura y <i>savoir faire</i>. </span><br />
<span style="-webkit-text-size-adjust: auto; background-color: rgba(255, 255, 255, 0); text-align: justify; text-indent: 47.266666412353516px;"><br /></span>
<span style="-webkit-text-size-adjust: auto; background-color: rgba(255, 255, 255, 0); text-align: justify; text-indent: 47.266666412353516px;">Lo que muchos desconocían, o mejor dicho, lo que nadie sospechaba, era que esa manía de Albert respondía a una razón muy poco sofisticada: si el adusto caballero leía tantas fuentes secundarias se debía únicamente a un simple error de interpretación. Sin la ayuda de los críticos, de los exégetas, de los comentaristas y glosadores, Albert habría sido incapaz de entender el verdadero sentido de <i>La montaña mágica</i>, las referencias en <i>Ulises</i>, la calidad de un verso de Darío, el significado profundo de los cuentos borgianos o la sutileza de Tarkovski. Solo después de leer a los otros, podía atreverse a decir: "Con ese plano Bergman quiso reflejar la quiebra del <i>yo</i> del personaje", o "la égloga III de Garcilaso contiene los mejores endecasílabos del Renacimiento español", o "Es imposible entender <i>El anillo del nibelungo</i> sin haber leído a Shopenhauer". Después de sus sesudas afirmaciones, de sus aportaciones antológicas, se internaba en nuevos territorios, nuevos temas completamente diferentes, para evitar posibles confrontaciones dialécticas que serían imposible defender por su parte. Esa evasiva actitud, que muchos tomaban por modestia, ocultaba su ausencia de juicio y su absoluta carencia de gusto. Cuando volvía a casa, se encerraba durante horas en su gabinete, rodeado de nuevos volúmenes de crítica, mientras las obras completas de Rimbaud o los sonetos de John Donne languidecían cubiertos de polvo dentro de la librería acristalada.</span><br />
<span style="-webkit-text-size-adjust: auto; background-color: rgba(255, 255, 255, 0); text-align: justify; text-indent: 47.266666412353516px;"><br /></span></div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-53956413881019956872014-02-05T02:55:00.001-08:002014-02-05T02:55:11.707-08:00"Una lectora nada común" de Alan Bennett<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://1.bp.blogspot.com/-LzaODNFq-pE/UvIVuqZPTqI/AAAAAAAAAb8/H8pOZ6PPIp4/s1600/PN694_G.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://1.bp.blogspot.com/-LzaODNFq-pE/UvIVuqZPTqI/AAAAAAAAAb8/H8pOZ6PPIp4/s1600/PN694_G.jpg" /></a></div>
<br /><div style="margin: 0px; text-align: justify;">
Había visto este libro varias veces en las librerías, reseñado en algunas revistas, pero nunca me había tomado la molestia de hojearlo; de haberlo hecho antes, es muy posible que hubiera escrito esta humilde crítica mucho antes, pues ha sido coger el libro y no soltarlo hasta terminar sus escasas cien páginas, pues desde la primera, donde la pequeña conversación sobre Genet y el primer ministro francés establece el tono de toda la obra, la historia atrapa con su ingeniosa suposición: ¿qué pasaría si la Reina de Inglaterra se convirtiera en la lectora voraz pasados los setenta años?<br />
<br />
El día que los perros de su Majestad se escapan al jardín coincide con la llegada al Palacio de la Biblioteca Ambulante de Buckingham, que visita el recinto todos los miércoles, lo que provoca la inesperada visita de la Reina al vehículo. Lo que comienza siendo una trivial anécdota acaba transformándose en una naciente pasión por la lectura, en la que será guiada por un joven miembro del servicio, Norman, un chico desgarbado y poco atractivo, que pasará de las cocinas a la antecámara de la Reina, ocupando una posición incómoda dentro del rígido <i>statu quo</i> del protocolo palaciego.</div>
<div style="margin: 0px;">
<br /></div>
<div style="margin: 0px; text-align: justify;">
Esta pequeña fábula de Bennett (fábula en su sentido más narratológico del término) es una <i>nouvelle </i>con un gran sentido del humor que tras su aparente simplicidad esconde una reflexión muy inteligente sobre los hábitos lectores, la evolución y transformación de nuestras lecturas a medida que maduramos y la consecuencia lógica de todo proceso receptivo: la formulación de una respuesta. </div>
<div style="margin: 0px;">
<br /></div>
<div style="margin: 0px; text-align: justify;">
Más allá de los chistes literarios que contiene (irónicos y sutiles en algunos casos, como el destino de los libros - autores - en manos de los perros) el libro también es una invitación a la lectura, hábito (o vicio) para el que nunca se es demasiado mayor, como nos testimonia la propia Reina; aunque la historia no sea más que una ficción (proverbial es la indiferencia de la Reina de Inglaterra por los libros, a no ser que sean sobre caballos) Bennett ha construido un artefacto (como él mismo define a la literatura en la obra) muy efectivo, un cuento entretenido e iluminador sobre el poder de la "república de las letras", mundo mucho más libre y democrático que el encorsetado y rígido de la Monarquía del que la protagonista acabará desvinculándose. ¿Y cómo? Para eso será necesario leer el libro...</div>
Gonhttp://www.blogger.com/profile/05619891781580437570noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2379057619387545911.post-75803543732399317372014-01-09T11:50:00.000-08:002014-01-09T11:50:28.103-08:00"Todo lo que era sólido" de Antonio Muñoz Molina y "En la orilla" de Rafael Chirbes<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://2.bp.blogspot.com/-85jw8FzXKB4/UnKr3AUjTiI/AAAAAAAAAYk/Jjxym7oEiwA/s1600/todo-lo-que-era-solido_9788432215445.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"></a></div>
<div class="separator" style="clear: both;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both;">
<img border="0" src="http://2.bp.blogspot.com/-85jw8FzXKB4/UnKr3AUjTiI/AAAAAAAAAYk/Jjxym7oEiwA/s320/todo-lo-que-era-solido_9788432215445.jpg" height="320" width="188" /> <a href="https://lh4.googleusercontent.com/-yv5Nr1OsAHk/Us5wiLKxZII/AAAAAAAAAbI/lXdGbD_xCjI/s640/blogger-image--380517065.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://lh4.googleusercontent.com/-yv5Nr1OsAHk/Us5wiLKxZII/AAAAAAAAAbI/lXdGbD_xCjI/s320/blogger-image--380517065.jpg" width="204" /></a></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;">El último libro de Muñoz Molina es un texto que hay que asimilar despacio, como un guiso espeso que requiere una larga digestión. De hecho, he esperado unas semanas (o meses) antes de escribir sobre él, porque necesitaba reposar toda la información recibida.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit;">La crítica ha alabado la sinceridad del escritor, destacando la autocrítica que incluye (que es un valor ausente en la mayoría de nuestros intelectuales) y su neutralidad, pues Muñoz Molina no se casa con nadie: ni con los comunistas de su juventud, ni con los socialistas de los ochenta, ni con la derecha y la izquierda actual, tan desdibujadas. Quizás se echa también de menos una reflexión sobre su papel al frente del Instituto Cervantes neoyorquino, teniendo en cuenta que es historiador y nunca ha ejercido de profesor de lengua, pero tampoco ese es el tema del libro. Su visión desengañada de lo que somos los españoles, y el tan traído tópico de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades articulan un examen de conciencia exhaustivo, minucioso y que deja muy mal sabor de boca, como un plato muy amargo que insiste en repetirse. De hecho, mientras lo leía, muchas noches me iba a la cama con una sensación de impotencia difícil de disipar. La falta de responsabilidad de nuestros políticos, el inexistente sentido cívico que nos caracteriza y la cutrez que preside la mayor parte de nuestra historia reciente transita por el libro reflejando un panorama un tanto desolador.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
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<span style="font-family: inherit;">Algo parecido me está ocurriendo con <i>En la orilla</i>, la nueva novela de Rafael Chirbes, que no había publicado ninguna desde la elogiada <i>Crematorio</i> que ganó el Premio Nacional y se convirtió en una serie de televisión de gran éxito. Me queda poco para terminarla, pero de nuevo se trata de un plato fuerte, un guiso castellano (a pesar de desarrollarse en Levante) con mucha carne, tocino y condimentos, denso y espeso donde la cuchara se clava y no se hunde. El estilo recargado de Chirbes invita a la meditación: con sus frases largas e hipnóticas lo mismo explica en un par de páginas el sentido de la vejez y la decadencia del cuerpo que la acompaña como se detiene a analizar de que manera la corrupción se puede extender a campos tan dispares como las revistas vinícolas o el mundo de los grandes chefs. A través de un largo monólogo con forma de discurso indirecto libre, Esteban, el narrador, establece distintas conversaciones con los personajes de su vida, sus amigos, su padre impedido, la inmigrante que lo cuida, la amante que lo abandonó, los trabajadores de su carpintería, sus compañeros de los juegos de carta que ocupan sus tardes. La muerte que planea desde el arranque de la historia (un marroquí encuentra unos cadáveres descomponiéndose en las marismas, muertes que se explican en la larga analepsis que constituye el grueso de la novela), es una amenaza constante que nos recuerda el inevitable fin del ser humano a través del desolado ajuste de cuentas que Chirbes hace con nuestros años de "milagro económico" y euforia desmedida. Una lectura amarga, dura, que ofrece un panorama oscuro de nuestro presente. Un ejercicio necesario de contrición y, por qué no, de catarsis colectiva. Un libro que hay que leer aunque cueste hacerlo, del mismo modo que cuesta reconocer los errores cometidos.</span></div>
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