Al final, José Antonio y María Luisa se casaron. Habían sido novios por más de cinco años, y decidieron que había llegado el momento de dar el gran paso; se querían a pesar de las pequeñas diferencias que hay siempre entre dos personas, a pesar de algunos detalles sin importancia que dejaban pasar porque estaban enamorados.
Pero la convivencia trajo nuevas perspectivas a su relación. María Luisa descubrió que José era tierno y paciente, pero que Antonio, en cambio, era agresivo y se dejaba llevar a veces por ataques de ira que era incapaz de controlar. Él también descubrió que María era muy cínica y que siempre lo miraba con cierta condescendencia de superiorioridad, mientras que Luisa lo admiraba y lo respetaba con una actitud rígida que a veces podía confundirse con el miedo.
Durante el noviazgo, habían ido mucho al cine y al teatro, pero la vida marital dejó al descubierto que a José no le gustaba nada, y que María y Luisa tenían gustos divergentes. La primera era consumidora masiva de comedias románticas y dramas de época, mientras que la segunda sólo veía cine oriental o de Europa del Este en versión original, gracias. Las largas conversaciones sobre política que habían llenado tardes de paseos y cafeterías desaparecieron en cuanto Antonio afirmó que era absolutamente apolítico y Luisa reconoció su adhesión a la reciente dictadura de la que el país acababa de salir. Era imposible razonar con ella sobre el tema, porque se cerraba en banda, prosélita convencida de su causa.Así que José y María tuvieron que abandonar las charlas de sobremesa y esconderse detrás del periódico.
La relación se fue deteriorando a pasos agigantados, pese a que Luisa disfrutaba con las bromas de José y que María seguía agradeciendo a Antonio los cuidados que había tenido con su familia al morir su padre. Pero la brecha que se había ido abriendo entre ellos era cada día mayor y pronto se volvió insalvable.
Sin sospechar lo que había ido gestándose a sus espaldas, una mañana se despertaron Antonio y Luisa para descubrir que José y María se habían fugado juntos, dejando a su otro yo desgajado, abandonado como una camisa sucia junto a lo que más odiaban del otro.
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