Anoche hubo tormenta, y esta mañana, mientras fumaba en el balcón de mi casa, vi los tesoros que la marea había traído a la playa. Cañas, bolsas de plástico, botellas, y un tronco de madera de unos cuarenta centímetros con los extremos gastados.
El cielo empezaba a despejarse, y la luz de sol comenzaba a dispersar las nubes grisáceas; una brisa suave las arrastraba más allá de la bahía. Se estaba muy bien en el balcón a pesar de la humedad.
En ese momento algo llamó mi atención, pero al principio pensé que mis sentidos me traicionaban: el tronco varado se movía. Fijé la vista con cuidado, y comprobé que no me equivocaba. El tronco temblaba, y su movimiento no tenía nada que ver con la brisa, pues estaba avanzando poco a poco, dejando una huella ancha sobre la arena.
Apagué el cigarro y bajé a la playa atraído por el fenómeno. No me había engañado la vista. Efectivamente, el tronco se estaba moviendo, lento como un caracol, pero con un bamboleo firme y seguro que poco a poco lo alejaba de la orilla. No podía creer lo que estaba pasando. Miré con precaución por si algún animal escondido se estaba cubriendo con el tronco y lo aprovechaba para avanzar sin ser visto, pero no vi nada. Para asegurarme, decidí pisar un extremo del tronco para levantarlo y comprobar si algún bicho se ocultaba debajo.
Cual no sería mi sorpresa cuando, al posar mi pie sobre el trozo de madera, escuché un grito agudo que provenía del tronco:
-¡Ay!
2 comentarios:
Desde luego... quién te manda a ti pisar a un tronco. ¿Acaso no sabes que tienen vida propia? Podemos encontrar ejemplos de esto mismo en los árboles parlantes de El señor de los anillos o La historia interminable. La próxima vez, sé amable y pregúntale si puedes ayudarle, estoy segura que te contará a cambio una maravillosa historia
Como el tronco de Twin Peaks...
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