jueves, 24 de marzo de 2011

El tronco (II)


Aparté el pie de forma instintiva, como si hubiese pisado un charco o una caca de perro. ¿De dónde venía ese grito? Me agaché y miré el tronco muy despacio. Escuché entonces un quejido muy tenue, una vocecilla que se quejaba sin hacer mucho ruido.

Me armé de valor y agarré el tronco con una mano y mucha precaución. Lo levanté despacio, y miré debajo. No había nada; sólo el surco que el tronco había dejado al avanzar. 

Miré entonces el tronco muy despacio, y cuando estaba buscando algún rastro en las grietas de la madera, un agujero oscuro que se encontraba en medio se abrió y pude escuchar una voz que decía:
-Por favor, me me muevas más que me estoy mareando.

Me quedé paralizado. ¡Aquel agujero oscuro era una boca! Pero lo más sorprendente de todo no era que fuese una boca, sino que el tronco hubiera hablado.¿Cómo era posible? Pero antes de que pudiera plantearme una explicación racional, la boca volvió a moverse:


-Por favor, ¿podrías dejarme en el suelo? Estoy intentando alejarme del agua.

Me pareció tan convincente que dejé el tronco en el suelo, y al instante empezó a arrastrarse. El tronco estaba además muy bien educado, porque al tiempo que se alejaba, me soltó un "gracias" muy sincero.

Como el suceso me parecía tan extraordinario, no quise dejar pasar la oportunidad de saber qué hacía un tronco parlante arrastrándose por la playa en una mañana de domingo, así que di unos pasos adelante y me situé a su lado.

-¿Necesitas ayuda? - pregunté - ¿Puedo ayudarte de alguna manera?

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