Su padre siempre había preferido ahorrarle sufrimientos. Cuando Claudia tenía 5 años y aquel coche atropelló a Sultán, su padre le dijo que su perro había conocido a una perrita y que se había ido para fundar su propia familia.
Para él, todo estaba bien: nunca había malas noticias ni muertes. Claudia se enteró de la enfermedad de su abuela por un amigo de la familia, y del desgraciado accidente de su madre por una vecina. Su padre nunca habló del tema.
Por eso, cuando Claudia se fue de Erasmus en 4º y su padre empezó a sentirse mal, jamás sospechó lo que estaba ocurriendo. Al hablar por teléfono, su padre bromeaba y ocultaba con risas los dolores y los calambres. Claudia nunca descubrió el engaño, ni siquiera cuando su padre falleció. Porque para librarla del mal trago, seguía cogiéndole el teléfono y hablaban durante horas, haciendo planes para cuando ella volviera a finales de mayo.
3 comentarios:
Que miedo! Añadiré el teléfono a mi lista de objetos terroríficos. Un besico
¿Qué es esto? ¿Dónde continua? Quiero más
Soy Joaquín.
Estaba leyendo entradas antigüas de tu blog, que se me han pasado y esto, en concreto... me ha encantado, me parece genial.
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