domingo, 18 de octubre de 2015

Viajar con lluvia



Contrariamente a la opinión general de la gente, a mí sí me gusta conducir con lluvia. En carretera, claro: en ciudad se vuelve un caos. Aquellos que no cogen el coche a diario lo cogen el día que llueve; hay más atascos, más ruido, menos visibilidad, más nervios, más accidentes. 

Pero en carretera es distinto. Nos volvemos más prudentes, y si no es necesario, no salimos el fin de semana. Nos quedamos en casa, la lluvia y la carretera son un binomio que invita a la pereza y a la inmovilidad. Y en la carretera se nota esa ausencia. Los conductores reducen la velocidad, se adelanta menos, se muestra algo de prudencia.

Y se puede disfrutar del olor, del frío y de la humedad de la mañana; del ritmo tranquilo del camino, que vacío adquiere un aspecto inusual. Viajar con lluvia es un placer. Eso sí, siempre tras el cristal de mi asiento de copiloto, que reduce los riesgos. En estos momentos, ¿quién no comparte la emoción de Machado viajando en tren?