miércoles, 20 de octubre de 2010

La carta de recomendación



Un despacho de la Facultad de Letras. Decoración rancia en madera oscura. Ambiente sombrío. DON ESTEBAN está sentado, leyendo un libro. Llaman a la puerta.


DON ESTEBAN.- ¡Adelante!

Se abre la puerta. Asoma SAMIR.

SAMIR.- Buenos días, Don Esteban.
DON ESTEBAN.- ¿Qué quiere?
SAMIR.- Está en sus horas de consulta, ¿verdad?
DON ESTEBAN.- (molesto) Sí, ¿no ha leído el cartel de la puerta?
SAMIR.- Sí, sí, era sólo…
DON ESTEBAN.- Entonces, ¿para qué pregunta? (en voz baja) Qué estupidez… ¿Qué desea?
SAMIR.- Verá, quería pedirle un favor…Han publicado ya la convocatoria de las becas de investigación…
DON ESTEBAN.- (interrumpiendo) Sí, sí, ya lo sé. Ande, entre y cierre la puerta.

SAMIR cierra la puerta y se sienta en la silla vacía delante de DON ESTEBAN

SAMIR.- Pues verá… Es necesario presentar tres cartas de recomendación si se quiere solicitar una beca…
DON ESTEBAN.- Ya lo sé, el procedimiento es siempre el mismo. ¿Me va a decir a mí qué documentación hay que presentar?
SAMIR.- No, no, no es eso. Es que… había pensado que tal vez podría usted escribirme una de las cartas.
DON ESTEBAN.- ¿Yo?
SAMIR.- Sí… He cursado con usted “Tradición poética”, “Géneros literarios” y una optativa de quinto, “Poesía francesa simbolista”. Y como tengo pensado solicitar la beca para estudiar en el Departamento, pues me ha parecido…
DON ESTEBAN.- Usted lo que quiere es aprovecharse de que soy el Catedrático del Departamento.
SAMIR.- No, Don Esteban, es sólo que me parece que lo más lógico es pedirle las cartas a los profesores del área en la que voy a trabajar.
DON ESTEBAN.- Así que pretende entrar como investigadora en nuestro Departamento.
SAMIR.- Así es.
DON ESTEBAN.- ¿Y con quién pretende trabajar?
SAMIR.- Con la profesora Patricia Serrano.
DON ESTEBAN.- Ah… (pensativo, para sí) La profesora Patricia Serrano… Sí, literatura femenina, literatura de la experiencia… Ya… Paparruchas. (a SAMIR) Y dígame…
SAMIR.- (un poco cohibida) ¿Sí?
DON ESTEBAN.- Me resulta curioso… Así que me pide una carta de recomendación para trabajar en el Departamento, pero no se le ocurre pedirme a mí que dirija su investigación.
SAMIR.- Es que el campo de estudio de la profesora Patricia me atrae más.
DON ESTEBAN.- (para sí) Otra oportunista. (a SAMIR) Le gusta la teoría feminista y esas tonterías del género porque están de moda, ¿no?
SAMIR.- (tímida) No, es algo que me interesa verdaderamente. Tengo la intención de hacer un estudio intercultural.
DON ESTEBAN.- (sarcástico) ¡Qué maravilla! ¡Estudios culturales, identidades femeninas! Apasionante. A este paso, no sé quién va a enseñar la tradición latina o la poesía renacentista. (SAMIR guarda silencio). Claro que me acuerdo de usted, señorita… señorita… tenía un apellido extranjero, ¿verdad? Marka, o Malak…
SAMIR.- Marrak.
DON ESTEBAN.- Eso, eso es. Samir Marrak, ¿no? (ella asiente. DON ESTEBAN se queda pensativo unos instantes) Mire, voy a ser completamente sincero: no me gusta usted lo más mínimo. Nunca me ha gustado; desde la primera vez que la tuve en clase, me ha resultado molesta su presencia, y eso a pesar de que he tenido la suerte que tenerla matriculada tres veces. No hacía falta que me lo recordara, lo tenía fresco en mi memoria; es más, le diré que usted se sentaba siempre en la tercera fila, a la izquierda, con esa amiga suya… Fátima. Siempre las dos sentadas en la tercera fila, juntas. Intervenía continuamente con sus comentarios puntillosos, con sus salidas de tono, con sus tonterías de la perspectiva femenina. Así que como comprenderá, no voy a escribirle ninguna carta de recomendación. No da usted la talla.

SAMIR.- (a la defensiva) Tengo uno de los mejores expedientes de mi promoción.
DON ESTEBAN.- Ya lo sé. ¿Y eso qué? (pausa) Usted no es de aquí, ¿verdad?
SAMIR.- ¿Cómo?
DON ESTEBAN.- Digo que usted no es de aquí, que no es española.
SAMIR.- Sí soy española. He nacido aquí.
DON ESTEBAN.- Pero su familia no es española, ¿verdad? Marrak no es un apellido español. Usted es árabe. ¿Me equivoco?
SAMIR.- Mis padres llevan viviendo treinta años en España. Tienen la nacionalidad española.
DON ESTEBAN.- Parece que usted no comprende… ¿Dónde nacieron sus padres?
SAMIR.- ¿Qué tiene eso que ver?
DON ESTEBAN.- Dígame, ¿de dónde son sus padres?
SAMIR.- De Marruecos.
DON ESTEBAN.- Entonces… ¿Por qué no ha estudiado Filología Árabe, que es lo suyo, en lugar de Hispánica?
SAMIR.- Porque lo mío es Filología Hispánica. No me interesa la Filología Árabe.
DON ESTEBAN.- (tras una pausa) ¿Conoce usted a Joaquín Martínez?
SAMIR.- Sí.
DON ESTEBAN.- Es becario de nuestro Departamento.
SAMIR.- Lo sé.
DON ESTEBAN.- Usted sabe mucho, como siempre. A ver, si tanto sabe, dígame cuál fue la nota media de Joaquín en la carrera.
SAMIR.- No lo sé.
DON ESTEBAN.- ¡Hombre, por fin, algo que usted no sabe! Pues se lo diré. Un siete con tres. Una nota mucho más baja que la suya, por supuesto. ¿Cómo es posible entonces que consiguiera la beca?
SAMIR.- Quizás su proyecto era muy bueno…
DON ESTEBAN.- ¡No sea ingenua! ¿Usted cree que alguien se lee la documentación? Nadie supervisa los proyectos. Se recogen, se guarda, y se sellan. Para conseguir la beca bastó una llamada al Ministerio. Uno tiene amigos influyentes, algo que también es importante. Tras mi llamada, le concedieron la beca inmediatamente. Así de simple. (sonríe, y hace una pausa) Yo podría volver a hacer una llamada este año y conseguirle la concesión de la suya, ¿eh? Mire qué fácil. Pero, ¿sabe una cosa?
SAMIR.- ¿Qué?
DON ESTEBAN.- Pues que no la voy a hacer. ¿Y sabe por qué?
SAMIR.- Porque no le caigo bien.
DON ESTEBAN.- Aparte de por eso… Porque hay demasiados marroquíes en este país.
SAMIR.- Yo soy española.
DON ESTEBAN.- Usted en el fondo sabe a qué me refiero. Es mejor que se queden donde les corresponde, en el campo, en esas tiendecitas tan cutres que montan y que son como almacenes, en la construcción, si es que encuentran algo. O mejor aún, lo preferible es que se vuelvan a su país. Aquí tenemos muchos problemas ya. Y las becas son para los españoles, y no para los que vienen de fuera.

SAMIR lo mira fijamente sin decir una palabra. Se lee la indignación en su cara.

DON ESTEBAN.- Se ha quedado sin habla… Milagroso, he conseguido callarla. Aprovecharé para darle otro consejo: desista de solicitar la beca porque no se la van a conceder. Las solicitudes tienen que pasar primero por el criterio del Departamento, y le digo desde ya que su proyecto no se va a adscribir a nuestras líneas de investigación. Tendrá fallos de forma, o incumplirá alguna cláusula de la convocatoria. Ya me encargaré yo de ello…

La indignación de SAMIR aumenta aún más.

DON ESTABAN.- Y por supuesto, no creo que sea necesario decirle que esta conversación que hemos mantenido sobre su carta de recomendación es absolutamente confidencial, y que quedará entre usted y yo. No vaya a cometer la equivocación de pensar que puede acusarme de algo. No ha sido más que una saludable conversación entre un catedrático y su ex-alumna. (pausa, con intención) Sería su palabra contra la mía. (en otro tono) Y ciertamente, ¿quién podría creer semejantes acusaciones contra el Presidente Honorífico de la Organización de las Tres Culturas? (abre el libro que había abandonado sobre la mesa, y comienza a leer. Habla sin mirarla) Buenas días, ha sido un placer hablar con usted. No olvide cerrar la puerta al salir.

sábado, 16 de octubre de 2010

Tazas de té


"Los habitantes de esta urbe... no podrán comprender nunca qué sutilísima diferencia poética existe entre una taza de té caliente y otra taza de té frío"
                                                                                            F.G.L.

¿Acaso se puede decir algo más?