martes, 28 de febrero de 2012

¿"The artist" o "La invención de Hugo"? (I)


Tras la ceremonia de los Oscars, no ha quedado duda de cuál ha sido la opinión de la Academia americana, pero como tantas veces ocurre, uno se pregunta: ¿se trata de un triunfo merecido? Los cinco premios a The artist (mejor película, mejor director, mejor actor protagonista, mejos banda sonora y mejor vestuario) dejan en muy segunda posición a La invención de Hugo (mejor fotografía, mejor dirección artística, mejor sonido, mejor edición de sonido y mejores efectos visuales). Las dos películas, que partían con diez y once nominaciones respectivamente, han sido galardonadas con el mismo número de Oscars, pero la de Scorsese se ha llevado los considerados "menores". ¿Tan fantástica es The artist?  

Mucho se ha escrito en los últimos meses sobre el éxito de una película muda y en blanco y negro en medio de la revolución digital del cine, y de cómo aún es posible entretener por medio de procedimientos sencillos. En realidad, esa sorpresa es la misma que debe causarnos el hecho de que a veces películas con bajo presupuesto pero con buenas ideas, grandes interpretaciones y fantásticos guiones se cuelen entre las mejores del año. Pasó con Juno en el 2007, pasó con Winter's bone el año pasado y seguirá pasando mientras exista gente creativa, inquieta y con ganas de trabajar. Eso sí es algo admirable, especialmente si se trata de producciones pequeñas (siete millones Juno, dos millones Winter's bone, por seguir con el mismo ejemplo).

También se ha señalado el paralelismo entre las dos grandes favoritas por centrarse en los inicios del cine y por la mirada nostálgica que ofrece sobre esos años dorados. Pero la intención, el procedimiento y los resultados son diametralmente opuestos. Y en mi opinión, sólo La invención de Hugo sale triunfadora.

Un pastiche es, según la definición del RAE, una "imitación o plagio que consiste en tomar determinados elementos característicos de la obra de un artista y combinarlos, de forma que den la impresión de ser una creación independiente". The artist, pese a ser una película entretenida, (verdadero), muy bien realizada (verdadero), con muy buenas actuaciones (verdadero), no deja de ser un pastiche del cine mudo. Toma las técnicas cinematográficas de la época, su formato y limitaciones, y con ello construye una película que además se basa en la estructura típica del melodrama, el género por antonomasia del cine mudo (piénsese en Las dos huérfanas o en cualquier otra de las películas de Lilian Gish). No hay zoom (no existía en aquella época), abundan los primeros planos, y los contrastes de luz son fundamentales para la fotografía en negro y blanco. La película está hecha "a la manera de", pero ¿con qué intención?

Hoy en día, un pintor puede decidir pintar un lienzo cubista, o impresionista, o fauvista, pero no por eso dejará de ser una copia de un estilo que existió en una época anterior, que tuvo su sentido entonces y que respondía a unos condicionantes estéticos. Pintar un cuadro al estilo de Goya, o Boticelli o Matisse es un ejercicio que en algunos casos puede tener una lectura crítica y paródica (uno de los ejes de nuestra cultura posmoderna) pero que desde luego no podrá tomarse como el descubrimiento de una nueva vía expresiva. Además, en el caso de The artist no se puede hablar de crítica al lenguaje del cine mudo sino de homenaje, por mucha ironía que en algunos momentos destile la historia, pues en su mayoría se dirige al star-systems y al mundo de los negocios que se oculta detrás.

Las limitaciones impuestas pueden ser un condicionante que el artista acepta para convertir su obra en un reto. Perec escribió su novela La disparition sin usar la letra e, Hitckcock filmó La soga usando sólo diez largos planos y valiéndose de trucos para que los cortes pasaran desapercibidos. Pero a veces esas limitaciones no tienen mucho sentido: ¿qué pretende demostrar Lars von Trier en las Cinco condiciones que impone a Jørgen Leth, más allá de su falta de humanidad? Nada. ¿Qué pretende Michel Hazanavicius recurriendo al cine mudo? ¿Qué intención estética sostiene? Es imposible ignorar que el cine ha cambiado en los últimos cien años; el sonido, el color, la imagen, los efectos, el 3D, el cine digital. Un director puede valerse de los avances para hacer más verosímil su historia; no se tratan únicamente de procedimientos ideados para un cine espectacular de efectos especiales, luces y música a toda potencia, como tanto se critica. Podemos hacer desaparecer edificios enteros (o recrearlos) para que los escenarios se ajusten mejor al momento histórico de la narración, que un personaje rejuvenezca o esté lisiado de manera convincente gracias al retoque digital. Y de hecho, The artist también se vale de esos procedimientos. Por ejemplo, la película ha sido rodada en color, y posteriormente, en postproducción, ha sido transformada "en glorioso blanco y negro".

¿Cuál es entonces el mérito de The artist? Contar una historia que ya ha sido contada (la película es previsible desde la primera escena, y para un admirador incondicional de Cantando bajo la lluvia, más todavía, pues  sigue en parte su línea argumental). Lógico, por otra parte, pues se trata de un homenaje, y la película está llena de ellos: a Ciudadano Kane, a Douglas Fairbanks, a los gags visuales del cine mudo, a la simplicidad maniquea de sus historias, al glamour de sus estrellas... La película es nostálgica por volverse hacia un mundo que ya desapareció, e incide en el tópico "cualquier tiempo pasado fue mejor", a pesar de que sabemos que los años míticos en Hollywood no fueron precisamente un jardín de rosas. Con obras maestras como El crepúsculo de los dioses o Dioses y monstruos sobre el destino de las estrellas del cine mudo con la llegada del sonoro, la versión edulcorada de The artist queda en evidencia; no posee la trascendencia de las otras dos, ni su poder visual, ni su riesgo narrativo, y trivializa la cruda realidad que supuso el fin de las carreras de muchas estrellas que se pensaban eternas.

¿Qué ha pasado entonces con la película de Michel Hazanavicius, un director que ya anteriormente se había dedicado a dirigir films paródicos, como es el caso de sus dos entregas del agente OSS 117, que siguen el modelo de las películas de espías de los años 60? Pues que ha tenido suerte, y ha sabido pulsar la tecla en el momento adecuado, como también le pasó a Benigni con La vida es bella, película anecdótica que jugó con la sensibilidad de los espectadores (niño + nazis + amor de un padre = taquillazo) y se llevó varios (inmerecidos) Oscars.

The artist no puede convertirse en un punto de inflexión para el cine, como si ocurrió con La guerra de las galaxias, Hitchcock o la Nouvelle Vague. Si hubiese decidido arriesgar de verdad y hacer una película muda contemporánea, sin recurrir a la imitación del cine de principios del XX, sin contar una historia bonita y muy bien producida pero sin sustancia, si hubiese decidido imponerse unas limitaciones de manera consciente que vinieran justificadas por la historia (como ocurre con el montaje de Memento), entonces sí me habría parecido que se merecía esos cinco Oscars. La única escena que me parece magnífica en la película es cuando el protagonista se queda mudo y podemos escuchar el sonido ambiente por un par de minutos: ruido de objetos, pasos, unas risas lejanas... Pero él no puede articular palabra. ¿No se podría haber explorado esa línea? Desgraciadamente, la escena concluye revelándose su naturaleza onírica.  De haberse construido así, quizás entonces habría inaugurado un nuevo camino para futuros cineastas, en lugar de crear una agradable caja de bombones que se ve con agrado pero se digiere y se olvida con la misma satisfacción.

Y como ya me alargo demasiado, seguiré mañana hablando de por qué La invención de Hugo me parece muy superior.

sábado, 18 de febrero de 2012

José Antonio y María Luisa


Al final, José Antonio y María Luisa se casaron. Habían sido novios por más de cinco años, y decidieron que había llegado el momento de dar el gran paso; se querían a pesar de las pequeñas diferencias que hay siempre entre dos personas, a pesar de algunos detalles sin importancia que dejaban pasar porque estaban enamorados.

Pero la convivencia trajo nuevas perspectivas a su relación. María Luisa descubrió que José era tierno y paciente, pero que Antonio, en cambio, era agresivo y se dejaba llevar a veces por ataques de ira que era incapaz de controlar. Él también descubrió que María era muy cínica y que siempre lo miraba con cierta condescendencia de superiorioridad, mientras que Luisa lo admiraba y lo respetaba con una actitud rígida que a veces podía confundirse con el miedo.  

Durante el noviazgo, habían ido mucho al cine y al teatro, pero la vida marital dejó al descubierto que a José no le gustaba nada, y que María y Luisa tenían gustos divergentes. La primera era consumidora masiva de comedias románticas y dramas de época, mientras que la segunda sólo veía cine oriental o de Europa del Este en versión original, gracias. Las largas conversaciones sobre política que habían llenado tardes de paseos y cafeterías desaparecieron en cuanto Antonio afirmó que era absolutamente apolítico y Luisa reconoció su adhesión a la reciente dictadura de la que el país acababa de salir. Era imposible razonar con ella sobre el tema, porque se cerraba en banda, prosélita convencida de su causa.Así que José y María tuvieron que abandonar las charlas de sobremesa y esconderse detrás del periódico.

La relación se fue deteriorando a pasos agigantados, pese a que Luisa disfrutaba con las bromas de José y que María seguía agradeciendo a Antonio los cuidados que había tenido con su familia al morir su padre. Pero la brecha que se había ido abriendo entre ellos era cada día mayor y pronto se volvió insalvable.

Sin sospechar lo que había ido gestándose a sus espaldas, una mañana se despertaron Antonio y Luisa para descubrir que José y María se habían fugado juntos, dejando a su otro yo desgajado, abandonado como una camisa sucia junto a lo que más odiaban del otro.

miércoles, 1 de febrero de 2012

"El misterio de la creación artística" de Stefan Zweig

Un hombre enamorado sólo ve por la calle caras en las que reconoce los rasgos de la mujer amada, y del mismo modo, uno encuentra donde menos se lo espera referencias a un autor muy querido sobre el que en ese momento está trabajando. No sólo en las primeras páginas de Yo confieso de Jaume Cabré (que acabo de empezar a leer y me tiene entusiasmado) aparece un referencia a un manuscrito de Stefan Zweig y a su trágico final; también el otro día me encontré un libro suyo en la biblioteca que desconocia, El misterio de la creación artística.

Stefan Zweig es siempre una lectura recomendable. En los años 20 y 30 fue uno de los escritores más famosos del mundo, pero durante mucho tiempo ha permanecido olvidado. Desde mediados de los años 90 se ha empezado a reivindicar su figura, tanto en el extranjero como en España. En ese sentido, la editorial El Acantilado está realizando una loable labor al incluir en su catálogo la mayoría de su obra.

Tanto sus novelas (La impaciencia del corazón), como sus nouvelles (Veinticuatro horas en la vida de una mujer, Carta de una desconocida), sus ensayos (Momentos estelares de la humanidad, La lucha contra el demonio) o sus memorias (El mundo de ayer), son entretenidas, interesantes, amenas y fundamentales dentro de la literatura en lengua alemana.

Como decía, recientemente encontré un volumen que no había leído, editado por la editorial sequitur, titulado El misterio de la creación artística. Se trata de una recopilación de tres textos de distinta procedencia aunque tienen como referente común el arte. El primero de ellos, que da título a la publicación, en una conferencia leída por Zweig en Buenos Aires en el año 1940, viviendo ya el exilio americano. En ella, intenta desentrañar el origen de la creación artística, esa unión de inspiración y trabajo (aquí sus opiniones coinciden con la clásica cita de García Lorca) y nos ilumina con algunas apreciaciones muy interesantes. El segundo texto, que se remonta a 1929, es un elogio fúnebre dedicado a Hugo von Hofmannsthal, en que se destacan su talento y su importancia como poeta fundamental austríaco. Finalmente, la recopilación se cierra con el prólogo que escribió en 1936 a la biografía de Arturo Toscanini escrita por Paul Stefan .

Más allá de la lectura, la reflexión que provoca en mí este libro está subjetivamente asociada a la relación entre Stefan Zweig y Richard Strauss que fructificó en la ópera La mujer silenciosa. Hugo von Hofmannsthal había sido el colaborador de Strauss hasta entonces, y había escrito para él los libretos de El caballero de la rosa, Ariadna en Naxos, La mujer sin sombra y Arabella, algunas de las óperas más importantes del repertorio dentro de la tradición alemana. A su muerte, Zweig lo sucederá, entablando una estrecha relación con el músico. Pero la ascensión del nazismo acabará con una amistad que podría haberse prolongado por muchos años más. Quién sabe qué habría sido de los dos y de su trabajo conjunto de no haber existido Hitler.

Toscanini también juega un papel en esa historia; cuando comenzaron las medidas anti-judías en Alemania, el director italiano se negó a dirigir Parsifal en Bayreuth como protesta, y fue Strauss quien se ofreció a sustituirlo. Zweig, como judío, vio en ello un gesto que, añadido a la condición de cargo público que Strauss ostentaba en los primeros años del regimen,  lo decidieron a acabar de una vez la relación con el músico, que estaba políticamente señalado del lado de los nazis. O al menos, eso parecía...

Tras pasar por Inglaterra y Argentina (donde firma la conferencia que hemos comentado), Zweig se asentará en Brasil, su último hogar. El 23 de febrero de 1942 puso fin a su vida en Petrópolis, incapaz de soportar el horror en que se había convertido Europa, el mundo donde había crecido y vivido y que se había trasnformado en "el mundo de ayer", desencatado título de sus memorias. En las primera páginas del volumen publicado por sequitur se reproducen algunas cartas privadas de Zweig fechadas por la misma fecha (1940) donde comenta el suicidio de Ernst Weiss, triste suceso que anuncia el fin del escritor austríaco.

De tal modo, los tres textos se pueden leer como un compendio suscinto y concentrado de los últimos quince años de la vida de Zweig, donde se documenta el antes, el durante y el después de su amistad con Strauss, relación artística única, pues consiguieron estrenar la ópera en Alemania, a pesar de la condición de judío de Zweig. Ningún otro judío consiguió ver representado en los escenarios un texto propio, convirtiéndolo en un caso insólito dentro de la trágica historia del III Reich.