miércoles, 19 de diciembre de 2012

Alemania, Europa, "Weimar entre nosotros" y la cultura.



"Cuando dicen ustedes Europa, piensan: "Tierra de soldados, granero de trigo, industrias domesticadas, inteligencia dirigida". ¿Voy demasiado lejos? Pero sí sé que cuando dicen Europa, aun en sus mejores momentos, cuando se dejan llevar por sus propias mentiras, no pueden por menos de pensar en una cohorte de dóciles naciones dirigidas por una Alemania de señores, hacia un futuro fabuloso y ensangrentado. Me gustaría que captase usted bien esa diferencia. Europa es para ustedes ese espacio rodeado de mares y montañas, perforado de minas, cubierto de mieses, donde Alemania juega una partida en la que lo que está en juego es su destino. En cambio, para nosotros, es esa tierra del espíritu en la que desde hace veinte siglos prosigue la más asombrosa aventura del espíritu humano".

Este fragmento, correspondiente a una de las Cartas a un amigo alemán que Camus escribió entre 1943 y 1944, aparece reproducido en el ensayo Weimar entre nosotros de José María Ridao. Este texto, publicado en 2004, intenta ofrecer un panorama general de la situación que vivía Europa tras los atentados del 11-S y el 11-M, con la sombra del terrorismo internacional como fondo y advirtiendo de los peligros asociados a la radicalización de ciertas ideas sobre inmigración, control y seguridad. El libro, equilibrado, ecuánime y muy bien documentado, supone una reflexión muy acertada que como ciudadanos europeos y occidentales debemos hacernos todos y cada uno de nosotros. Pero lo más alarmante de la lectura del ensayo es reconocer que, cuatro años antes de la explosión de la crisis económica, muchos de las trágicos atropellos a los que estamos asistiendo ya se estaban prefigurando en Europa, y que no ha sido la crisis la causante de muchas de las decisiones que se están tomando, a nivel europeo y nacional, sino que se trata de una simple excusa para ponerlas en práctica. 

Sin ir más lejos, el texto de Camus (que se puede leer en su totalidad aquí), desgajado del contexto en el que aparece (el final de la ocupación alemana en Francia) puede ser reinterpretado desde una perspectiva actual y posee plena vigencia (si bien es cierto que ya no estamos hablando de una ocupación militar y el horror de la Segunda Guerra Mundial). Hablamos de otra situación: la supremacía del mercado.  

En la misma línea se manifiestan intelectuales como Rafael Argullol, quien en un reciente artículo publicado en El País (titulado muy elocuentemente "Cuando Alemania adoraba a Grecia") nos recuerda el papel fundamental que la cultura griega ha desempeñado en la conformación de Alemania y su identidad, y que los alemanes fueron los principales impulsores de la recuperación del mundo griego de la antigüedad. Si bien es cierto que la Grecia de Pericles no tiene nada que ver con la Grecia actual, el trasfondo del artículo es claro: Alemania, una nación que se ha caracterizado por su grandeza intelectual y cultural, que se ha autoproclamado heredera del mundo griego y sus valores, está detrás de la campaña de  desprestigio contra el país heleno, como si la nación germana, llegada ya a la mayoría de edad por derecho, decidiera que ha llegado el momento de quitar de en medio a su padre, envejecido y sin fuerza, y sin los méritos que en el pasado lo hicieron grandioso. No quiero decir que la situación de Grecia no necesitara una intervención y que no se hubieran cometido excesos. Sólo quiero destacar esta suerte de parricidio que Alemania muestra con orgullo, olvidando lo que Grecia ha significado para ellos, su cultura, su identidad y su grandeza cultural: Goethe, Schiller, Hölderlin, Hegel, Lessing, Winckelmann o Schelling son muestra de ello.

Resulta una pérdida enorme, no sólo para Alemania sino para Europa entera que sea el mercado, la banca y la bolsa los que estén dictando el rumbo de nuestra política conjunta; es indiscutible que la situación requiere medidas, que la crisis económica obliga a ciertas decisiones, pero lo que se está poniendo de manifiesto es que "esa tierra del espíritu" de la que hablaba Camus está desapareciendo para dar paso a números, déficit y deudas por saldar. La Unión Europea debería planetarse recuperar el adjetivo que dejó en el camino (económica) para convertirlo en el nuevo núcleo de la dominación (Economía Europea), donde lo adjetivo pasara a ser la constitución de un espacio de diversidad, cultura y aventura que parece que está llegando a su fin para dejar su sitio a los bancos, quizás.