viernes, 27 de julio de 2012

Los milagros de internet, Nina Katchadourian y Houellebecq

Internet es un milagro y no creo estar descubriendo nada nuevo, aunque constatar a veces las realidades más evidentes es también parte de nuestra vida, y por eso he empezado así. Pero sería también necesario matizar que es un milagro caótico, inesperado, y que puede devolver a nuestras búsquedas resultados inimaginables. Como abrir un cajón a oscuras y coger tres calcetines para asegurarte de que al menos dos sean del mismo color pues sólo los tienes azules o negros. Salvo que al salir de la habitación descubres que únicamente llevas un calcetín, junto con un trozo de felpa y un guante de lana. ¿Por qué? Porque internet es así.

Buscando imágenes de retratos de la escuela flamenca para mi trabajo de investigación (y no entraré en pormenores de por qué había llegado yo a esa necesidad cuando mi tema es la literatura del siglo XX), encontré esta imagen:


Y después esta otra:



El ser humano es curioso por naturaleza, y el "Síndrome del ratón con vida propia" es conocido por todos. Pinché en las imágenes y me fui a la página donde se encontraban, un blog de información variada y curiosa. Allí me enteré que la mujer de las fotografías es una artista americana, Nina Katchadourian, que en un largo viaje de catorce horas de vuelo con destino Nueva Zelanda se había dedicado a encerrarse en un baño y, ataviada con servilletas, papel higiénico y los bonitos y prácticos cojines hinchables para el cuello, se había disfrazado de dama holandesa en sus múltiples facetas. Luego se había hecho fotos con su móvil y ¡tachán! una performance en toda regla.

Lo que en un principio más me llamó la atención fue la extraordinaria manera de entretenerse durante las catorce horas de viaje; será que los escritores no somos verdaderos artistas, porque en los vuelos transoceánicos, yo me dedico a beber vino a destajo, a leer y a escribir incongruencias (Mmmm... Bueno, eso también es muy típico de escritores). Pero es siempre más interesante que conectarse como un zombi a la pantalla de la televisión para ver un blockbuster previsible o dormir a pierna suelta.

La actuación de Nina, aunque no dejaba de ser una boutade artística (o al menos yo la interpreto como tal), me pareció original y me hizo querer saber más de ella: a veces, la provocación no es más que un reclamo publicitario para poder mostrar otras cosas. Y así fue: en su página web he podido encontrar propuestas muy interesantes, como su obsesión por los gráficos, los árboles genealógicos y la catalogación de objetos. Pero lo que más me interesó fue su trabajo con los mapas, y es aquí donde Houellebecq entra en escena.

El mapa y el territorio, la última novela del francés, trata, entre otras cosas, de la vida de un artista que centra su labor creativa en los mapas. No voy a desentrañar aquí su argumento (algunos ya lo conocéis, otros aún no lo habéis leído) pero es una lectura recomendable, como siempre ocurre con Houellebecq aunque sea para rebatirlo. Sin entrar en pormenores, sus reflexiones sobre los mapas, la cartografía y el territorio es a mi juicio lo más interesante de la novela, y al encontrar la obra de Nina Katchadourian, inevitablemente he establecido vínculos y comparaciones ; las obras más significativas de esta artista son de finales de los noventa, y es muy probable que Houellebecq ni la conozca, pero siempre es curioso encontrar en distintas partes del mundo a personas que desde campos artísticos dispares han llegado a reflexionar sobre cuestiones similares.

Lo mejor de los trabajos contenidos en la web de Nina Katchadourian es que no van acompañados de "literatura", entendida en el sentido peyorativo del término. La artista explica el proceso de realización, los materiales empleados, las medidas, pero no da ninguna clave interpretativa. Ella es artista, no critica de arte. Pero las imágenes son por sí mismas elocuentes.




 Disección de mapa I. Un mapa de los Estados Unidos del que ha diseccionado el territorio, dejando solo las redes de carreteras. A continuación lo ha introducido entre dos cristales y lo ha suspendido en la galería de arte.




Disección de mapa II. De un mapa de los Estados Unidos se han tomado pequeñas redes de carreteras que forman nudos, enlaces o racimos, y se han aislado entre dos cristales para muestras microscópicas. A continuación se han expuesto todos en vertical.

¿Arte conceptual? Sí, pero que nadie diga que es incomprensible. No voy aquí a dejarme arrastrar por la verborrea explicando todo lo que a mí me sugiere, todo lo que me hace reflexionar. En esto cada uno es libre de leer lo que quiera. Así es el arte: a disfrutarlo y a meditar.

viernes, 20 de julio de 2012

"La mujer justa" de Sándor Márai y "la regla de la primera página"


Leer a escritores hablando de escritores es una de las lecturas más sugerentes que existen, como ya demostró Borges, y el premio Nobel Coetzee no es una excepción. En su colección de ensayos literarios Mecanismos internos se dedica a comentar a autores como Bellow, V.S. Naipaul, W.G. Sebald, Svevo o García Márquez, trazando un itinerario personal de lecturas, inclinaciones y gustos que despierta el interés por releer a algunos escritores o por descubrir a otros.

A pesar del creciente interés que el húngaro Márai ha despertado en los últimos años, (y la editorial Salamandra ha jugado un papel fundamental en todo ello, aunque como muy bien analiza Coetzee en su libro, todo viene -cómo no- promovido por el éxito que el autor cosechó en Italia hace unos años con El último encuentro, novela publicada bajo el auspicio del no menos visionario Calasso), la verdad es que no me había decidido a leer ninguna obra suya hasta ahora. Y debo admitir que ha sido una lectura sumamente provechosa.

Tanto El último encuentro (también publicada por Salamandra) como La mujer justa comparten un mismo estilo narrativo, denso, dominado por la conversación (o mejor sería decir monólogo) donde los distintos personajes van desgranando en largos parlamentos sus opiniones y pensamientos. Coetzee habla de Stefan Zweig como referente, y comprendo la asociación, aunque sus estilos no podrían ser más diferentes: la sencillez y claridad del austríaco nada tiene que ver con la ausencia de aire que domina en las páginas de Márai. Pero ambos comparten un escenario y un origen común: el Imperio Austrohúngaro que a medida que avanza el siglo XX se va desmembrando y con él todo un ideal de vida que nunca volverá.

Pero La mujer justa no constituye una lectura ardua y pesada; al contrario, es un libro que no puedes dejar de leer y que se enriquece a medida que avanza la lectura. Es además un ejemplo magnífico de "la regla de la primera página".

"La regla de la primera página" consiste en coger un libro y leer su primera página. En esa primera páginas debe encontrarse el germen de la obra, una invitación a continuar leyendo, un reclamo, una interrogación, una incitación difícil de vencer. Raskolnikov sale a escondidas de su casa para no encontrarse con la casera; ¿por qué? ¿Quién es este personaje? ¿Por qué le debe dinero a la casera? Cuando quieres darte cuenta, ya estás atrapado por la historia y te adentras en la novela. La ciudad de Vetusta duerme la siesta; ¿qué ciudad es esa? ¿Por qué la contemplamos con un detalle enfermizo desde la torre de la iglesia? ¿Quién la está observando desde esa posición privilegiada? Poco a poco descubres a los protagonistas y su papel en el desarrollo de la acción, y para entonces ya has leído más de cien páginas. Aureliano Buendía, delante del pelotón de fusilamiento, recordará muchos años después el día que su padre lo llevó a conocer el hielo. En este caso, no se trata ya de la primera página sino de la primera frase: ¿quién es Aureliano? ¿Por qué estaba ante el pelotón de fusilamento? ¿Y qué quiere decir "llevar a conocer el hielo"? Entramos así en el primer círculo de la novela, que por medio de una espiral concéntrica, desarrolla su estructura mítica y nos cuenta la vida de esa familia inolvidable. 
 
 
También La mujer justa supera la prueba; en un café elegante, dos mujeres conversan cuando un hombre entra y compra unas naranjas escarchadas. La narradora, una de las dos mujeres que habla en primera persona, le pide a su amiga que no pierda detalle, que mire a ese hombre, que observe si lleva una cartera de cocodrilo. Ella no se atreve a mirar, es presa de los nervios; tiene que secarse una lágrima nerviosa. El hombre sale del café y la amiga confirma que llevaba la cartera, circustancia que la ha sorprendido. ¿Cómo lo sabía? La narradora lo sabía bien porque ella misma se la regaló al cumplir los cuarenta años. ¿Y quién es ese desconocido? Ese hombre era su marido.

De esa manera nos adentramos en la vida de ese matrimonio, y por medio de tres largos monólogos qu constituyen las tres partes de la novela, se desarrolla el trágico destino de tres personajes y por extensión, de la burguesía húngara. El recorrido comienza a principios de siglo y llega hasta la dominación comunista y refleja la desaparición de un mundo y la constatación de que Márai es uno de sus últimos representantes. Una lectura recomendable y un autor al que seguir leyendo.