martes, 18 de agosto de 2015

Joseph Roth, lectura de verano


Reconozco que el Imperio Austrohúngaro y su disolución es una de mis debilidades... Aunque es cierto que no se trataba de un mundo ideal como Stefan Zweig intenta reflejar en El mundo de ayer, no se puede negar que fue un período de ebullición creativa: Zweig, Ödön von Horváth, Schinitzler, Kafka, Hermann Broch, Robert Musil, Rilke, Mahler, Schönberg, Alban Berg, Webern, Zemlinsky, Schreker, Korngold, Krenek, Klimt, Schiele, Kokoschka, Otto Wagner, Josef Hoffmann, Freud, Wittgenstein... y Joseph Roth.

Joseph Roth es el bardo de ese mundo perdido; escritor prolífico, periodista de gran fama durante su vida, ha pasado a la historia de la literatura como el autor de La marcha Radetzky, novela centrada en la disolución del Imperio. Sin duda se trata de una de las lecturas fundamentales del siglo XX, pero su obra no acaba ahí: en su trepidante carrera como autor, que arranca en 1923 con la publicación de la novela La tela de araña, y se extiende hasta 1939, año de su muerte prematura en París como consecuencia de su alcoholismo, escribió quince novelas, varias novelas cortas y relatos, dos ensayos que despertaron gran interés (Judíos errantes y El Anticristo), y miles de artículos periodísticos. Su condición de judío lo llevó a abandonar Austria ante el auge del nazismo en Alemania (antes incluso de que se pudiera pensar en el Anschluss de 1938) y la prohibición de sus libros en el Tercer Reich fue sin duda una de las causas de su penuria vital y económica que desembocó en su muerte a los cuarenta y cuatro años.

Había leído algunas de sus novelas, pero ha sido la lectura del epistolario entre Roth y Stefan Zweig (los epistolarios son otra de mis perdiciones) la que me ha llevado a dedicar este verano a la lectura pormenorizada de su obra. La editorial Acantilado está realizando una labor encomiable en la recuperación del autor en nuestro país, del que había algunas ediciones en Anagrama y Edhasa pero del que existía un vacío preocupante. Se trata de una narrativa ágil, que destaca por la maestría de Roth para pintarnos, con muy pocos detalles, el carácter de sus personajes. La conflictiva situación del mundo germánico en el período de entreguerras es uno de los temas principales de su producción, junto con ese canto de cisne por la desmembración del Imperio y la problemática judía, especialmente desde la perspectiva del judaísmo oriental (recuerda en esto a algunas novelas de Irène Némirovsky). También los dos volúmenes editados por Acantilado que recopilan, por un lado, sus artículos de prensa publicados en Viena entre 1919 y 1922 (Primavera de café) y aquellos escritos en su exilio parisino (La filial del infierno en la Tierra) son, en el primer caso, un magnífico testimonio de su talento para reflejar la pintoresca realidad vienesa de la posguerra desde una perspectiva siempre humana, y en el segundo caso, una tremenda muestra de sus cantos de Casandra ante el horror que se cernía sobre Europa y que muy pocos supieron ver con antelación.

Un autor muy recomendable que merece una recuperación en toda regla. 

No hay comentarios: