lunes, 13 de julio de 2015

La tesis (II)


Recientemente estuve en Madrid para consultar en la Biblioteca Nacional algunos volúmenes para la tesis. Aproveché la ocasión para recorrer algunas de esas librerías maravillosas que ya conocía de visitas anteriores y varias librerías de viejo donde comprar obras del período en que estaba trabajando. En uno de esos paseos me encontré con una en la que jamás había entrado. Se encontraba en una bocacalle de la calle del Pez, oculta en un estrecho recodo entre un bar y una pequeña tienda de ultramarinos. Me llamó la atención porque los volúmenes expuestos en el escaparate no eran los más vendidos del momento sino clásicos en cuidadas ediciones, ensayos de historia y filosofía, libros ilustrados para niños de un gusto exquisito y una cuidada selección de libros antiguos de títulos atrayentes. Así que me decidí a hacerle una visita rápida.
Al entrar en la librería, me sorprendió la engañosa ilusión del escaparate, que por su estrechez hacía pensar en un local diminuto; pero en los edificios antiguos, el trazado irregular de los solares permite la existencia de insospechados espacios de una profundidad angosta e inabarcable, como si la tienda hubiera crecido sin control invadiendo el espacio disponible en edificios colindantes. Había estanterías que llegaban hasta el techo, y la disposición anárquica de los anaqueles, sin orden y aprovechando el más mínimo espacio libre, creaba una sensación de horror vacui que me resultaba placentera por deberse al alud de libros que la provocaba. Una anciana señora de mirada torva leía un libro de aportas en francés detrás del mostrador, y levantó los ojos del libro con parsimonia, convencida de que la llegada de un hipotético cliente no era motivo suficiente para abandonar la lectura.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes.
-¿Qué desea?
-No conocía esta librería- comencé de un modo estúpido, un poco cohibido por su pregunta seca y directa.
-Llevamos aquí más de cien años. ¿Busca algún libro en concreto? No tenemos muchos libros de literatura actual, no sé si podremos satisfacerle.
Me ofendió que pensara que yo era un consumidor de novelas de piscina, y respondí a la defensiva:
-Ya me he dado cuenta, por eso he entrado.
Solo entonces se quitó ella las gafas y me miró por primera vez con interés, como si yo fuera realmente una persona. Quizás sí me trataba de un cliente potencial.
-¿Sí? ¿Y qué busca usted?
-Pues, básicamente, bibliografía sobre teatro.
-¿Sobre historia del teatro, práctica teatral, teoría teatral, semiótica teatral, un período concreto, un autor determinado? ¿En español, en inglés, en francés, en alemán, en italiano, en portugués?- preguntó la retahíla sin pausa pero sin aceleración, repitiendo un listado bien aprendido que le aburría reproducir.
-Pues... sobre teatro de principios del siglo XX en España.
-¿En castellano o catalán?
-En castellano. Teatro simbolista y de inicios de la vanguardia. Teatro renovador, pero nada de Lorca ni de Valle, por supuesto.
-¿Autores?
-Pues... si tuviera algo de José Francés y Tomás Borrás... También me serviría bibliografía sobre Martínez Sierra, Manuel Abril, Sassone...  
-Déjeme ver.
Se dio la vuelta y me dejó ante el libro abierto que acababa de soltar. Mi deformación profesional me hizo fijarme en él: estaba escrito en griego con explicaciones en francés, y me entretuve intentando descifrar el texto visto del revés. A punto estaba de comprender la primera línea cuando la señora se presentó con una pila de libros que le ocultaban la cara. No dio muestras de costarle trabajo transportarlos, y los depositó en el mostrador sin esfuerzo. 
La mayoría eran ediciones desconocidas para mí, tan desconocidas como que hasta entonces había pensado que aquellas piezas nunca se habían editado y que habían quedado inéditas en vida de sus autores. Busqué los años de edición y se remontaban a la época de mayor producción de sus autores. Me temblaban las manos y la mujer me preguntó:
-¿Le interesa alguno?
Asentí sin mirarla, puesta toda mi atención en aquellas portadas descoloridas por el tiempo y en su contenido desconocido e ignorado por mí hasta un minuto antes.
-Tengo también varios volúmenes de crítica y teoría que tal vez le interesen.
Volví a asentir, apenas consciente de lo que me decía, y a los poco minutos se presentó con una nueva pila. Teatro simbolista en España. Los grandes desconocidos, El otro teatro modernista, La escuela del Teatro del Arte. (1916-1925). Autores y obras... Estaban publicados en editoriales que no había oído en mi vida, pero el contenido era muy valioso. Muchos de los autores me eran desconocidos, pero sus trabajos venían prologados por especialistas indiscutibles en la materia. Contenían abundante bibliografía, mucha de ella reciente, notas a pie de página ¡y todos los volúmenes estaban indexados! Eso facilitaría mi búsqueda una barbaridad, se agradecía enormemente. ¿De dónde habían salido aquellos libros? ¿Por qué no habían aparecido en las listas de novedades que me llegaban a diario al correo? ¿Cómo no había saltado ninguna alarma ni los había encontrado en las exploraciones que regularmente realizaba en la bases de datos? Pero la sorpresa mayor me la deparó el último volumen. Se titulaba Tendencias renovadoras del teatro español del primer tercio del siglo XX: José Francés y Tomás Borrás. El mismo título que mi tesis. Pero no acababan ahí las coincidencias. El autor era yo mismo.


Seguirá...


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