miércoles, 10 de marzo de 2010

Cuando la realidad se basa en la ficción


Leyendo un pequeño ensayo de Michela Marzano (La muerte como espectáculo. La difusión de la violencia en Internet y sus implicaciones éticas, publicado por TusQuets), me he encontrado con un pasaje que me ha dejado francamente sorprendido, por tratarse de una vuelta de tuerca más en el proceso de simbiosis entre realidad y ficción, que es siempre bidireccional (por mucho que la gente crea que la realidad es la base de la ficción).

Durante la invasión americana de Irak, se informó a los soldados de que la Convención de Ginebra no se aplicaba allí y que por tanto, se podrían utilizar en los interrogatorios métodos y técnicas poco ortodoxos (por decirlo de alguna forma). Lo paradójico era que los militares habían sido formados siguiendo el protocolo de la Convención, y no estaban muy puestos en métodos "alterativos" de interrogación. ¿Y dónde se documentaron? En series de televisión como 24.

En las cinco primeras temporadas de 24 se recogen no menos de sesenta y siete casos de tortura (utilización de drogas, simulacros de ahogamiento, electrocución, etc.) según el Parents Television Council, lo que supone una media de una tortura cada dos capítulos. Son estos procedimientos los que se copiaron en Irak, y probablemente fue la difusión de estos hechos lo que provocó que el número de torturas se redujera considerablemente en temporadas posteriores.

Para rizar aún más el rizo, según un comunicado de los guionistas, la razón para este cambio de actitud no se debió a las protestas presentadas por muchos grupos defensores de los derechos humanos, sino a que las torturas estaban empezando a "interferir en el desarrollo de la narración". No quisieron (o no pudieron) afirmar que el movimiento se había concluido: la ficción había inspirado a la realidad, y la realidad había influido en la ficción, obligando a eliminar las torturas.

Una lástima que la realidad tenga que inspirarse en la ficción más cruda en lugar de hacerlo en una película de Wong Kar-Wai. Qué bonito sería escuchar un vals mientras nos movemos a cámara lenta por un mercado, llenando de magia nuestros momentos contidianos.

No hay comentarios: