miércoles, 8 de diciembre de 2010

Parada de metro


Por supuesto que sí, puedo contárselo con detalle. Yo estaba sentado en el banco de ahí, esperando que llegara el metro. Faltaban dos minutos. Lo sé con tanta exactitud porque al llegar al andén se estaba marchando el anterior y no pude cogerlo, así que me senté, miré el reloj y me dije: "Sólo tendré que esperar dos minutos".

 Había más gente alrededor, a esa hora hay mucho movimiento en las estaciones. Unos van al trabajo, otros a la universidad, a los institutos... Hora punta, ya sabe. Entonces llegó el hombre por las escaleras de la izquierda. Estaba borracho, eso seguro. Se tambaleaba, iba dando zancadas de un lado a otro del andén. Iba despeinado y con el abrigo mal puesto. Una señora me dijo después que olía a vino, lo cual no me extraña.

Un señor mayor que estaba a mi lado murmuró al verlo pasar: "Qué vergüenza", y otra señora que se encontraba sentada a su lado dijo: "Desde luego. No deberían dejar entrar en el metro a la gentuza". Se puede imaginar el rechazo de todos los que estábamos aquí esperando para ir a nuestro trabajo, a cumplir con nuestras obligaciones como buenos ciudadanos.  

En ese momento, el hombre se acercó mucho al borde y se cayó. ¿Se da cuenta? Se cayó a la vía. Enseguida pensé: "Por culpa de este hombre voy a llegar tarde a la reunión". ¿Sabe? Si hubiera cogido el metro anterior no me habría visto involucrado. Pero bastaron diez segundos de diferencia para tener que esperar dos minutos más.

El hombre no se levantaba, y ya me veía yo que aquello acabaría mal. La señora sentada en el banco empezó a protestar. "¿No se va a levantar el borracho, o es que pretende dormir la mona ahí tirado?". Varias voces se quejaron, y un chico le gritó que saliera de allí, que el metro estaba a punto de llegar. Pero el hombre no se movía. Alguno gritó, el señor mayor se indignó diciendo que aquello era aberrante, y el vagón hizo entrada en la estación. Lógicamente, no le dio tiempo a frenar. Y ya conoce usted el resto.

Sepa usted, agente, que aunque le hayan informado de que el hombre no estaba borracho y que entró tambaleándose en la estación porque acababan de atracarle en la calle, yo no me lo creo. Es más, me da igual que sea verdad, porque ¿le parece usted razonable su comportamiento? ¿No podría haberse quedado fuera y esperar a que alguien llamara a la policía? ¿Para qué tenía que entrar en la estación? Ya ve, llevo dos horas aquí. Me he perdido la reunión, y no sé cuándo podré marcharme, con tantas declaraciones y burocracias. Y encima, dígame, ¿quién va a pagarme a mí los gastos de la tintorería, quién? ¿La familia del muerto? ya se sabe que la sangre no sale tan fácilmente... 

1 comentario:

Ángel dijo...

Un ejemplo más de lo individualista y egocéntria que puede llegar a ser la sociedad.