miércoles, 1 de diciembre de 2010

Amores ¿imposibles?



A veces me vuelvo monotemático, pues ésta será otra entrada sobre cine, pero comprenderéis que tengo mis razones, porque las dos últimas películas que he visto me han hecho reflexionar sobre el asunto. Además, ya sabéis que esto no es más que una excusa para hablar de otras cosas, de lo que hay underneath (qué bonita palabra y qué fea suena traducida al español).

Curiosamente, las dos películas son musicales aunque de muy distinto género; una es irlandesa, Once, y cuenta de forma muy realista y con un formato muy sobrio la historia de un músico que toca la guitarra en la calle en sus ratos libres. Allí conoce a una emigrante checa con la que traba amistad y de la que acaba enamorándose. La chica convence al chico para que grabe sus canciones e intente hacerse un hueco en el mundo musical. A lo largo de la película, las canciones se insertan de manera natural a medida que los personajes se reúnen para cantar, ensayan, o tocan en la calle, consiguiendo emocionar por su sencillez y sinceridad (no en vano una de las canciones, Falling slowly, ganó el Oscar a la mejor canción).

La otra película es francesa (¡cómo no! Yo sigo con mi ciclo...) Se titula Les chansons d'amour y es como la versión francesa de Los dos lados de la cama: historia de parejas, de parejas que se cruzan, de parejas que se vuelven a cruzar, aunque con dos salvedades: no se destrozan clásicos del pop galo, sino que las canciones fueron compuestas para la película, y no hay coreografías absurdas que parecen cunas meciéndose en lugar de bailes. Por lo demás, muchas coincidencias: una pareja (Julie e Ismaël) se amplía para convertirse en trío gracias a Alice. Los celos y tensiones del ménage a trois desaparecen al morir Julie repentinamente de un infarto, y el trío se rompe por completo. Ismaël comienza entonces su deambular parisino en busca de consuelo, cruzándose con varios personajes en su historia, incluyendo la familia de Julie, Alice, su nuevo novio y el hermano de éste. Producción muy cuidada, con muchos guiños a la tradición cinematográfica francesa, y una música compuesta por Alex Beaupain en consonancia con todo esto: melancolía, lluvia y rastros de chanson. Una muestra, Au parc, la mejor canción de la película para mi gusto. 

Aunque las dos películas son muy distintas, me han hecho reflexionar sobre esas historias de amor imposibles a las que nos tiene acostumbrados el cine, y que han creado un lugar común sobre el asunto. Distancias insalvables, diferencias de clases, maridos e hijos que no se pueden abandonar... la lista de tópicos y motivos es interminable: Breve encuentro, El paciente inglés, Estación Termini, Casablanca, Lost in traslation, Ha nacido una estrella son sólo algunos ejemplos. Y aún así, siguen convenciendo. Aunque si tuviera que elegir entre una de las dos películas, me quedo con la francesa. Me gusta más Once (con diferencia), pero Les chansons d'amour encierra toda una filosofía pese a su inconsistencia, a su falta de credibilidad y a su cúmulo de acciones sin sentido. La última frase del protagonista lo dice todo: "aime moi moins mais aime moi longtemps" (ámame menos pero ámame mucho tiempo). Extensión antes que intensidad.

Ya no tenemos quince años, y aunque más de uno se lamente, para mí es un alivio. Se acabaron las tragedias, levantarse a medianoche para ir a comprar tabaco y llamar desde una cabina, llorar desconsoladamente de vuelta a casa como si el mundo se estuviera descomponiendo a cada paso, sobreactuar y melodramatizar. Lo cual no quiere decir que no haya acabado el dolor, que no se llore, que no se sufra con las rupturas, que no se ame. Pero de otra manera. Todos nos hemos puesto en evidencia alguna vez (o varias), a todos nos han dejado y todos hemos dejado, todos hemos perdido los papeles por alguien, todos hemos sabido sobreponernos a una despedida, a una pérdida, a un adiós. Y con eso hemos aprendido. O hemos vuelto a aprender cuando una lección nos ha costado pagar varias veces la matrícula, si sabéis a qué me refiero. Porque todos andamos en espiral, aunque algunos crean que son círculos. Porque los buenos recuerdos son nuestros y nadie podrá quitárnoslos. Porque la vida continúa, pese al invierno. Porque, como dice Calamaro, debería estar prohibido haber vivido y no haber amado. Porque quedan sorpresas inesperadas. Porque afortunadamente no somos Anjelica Houston en The Dead, una de las películas más tristes que conozco que sí encierra una desconsolada visión del amor y de la vida. Porque tampoco somos ya quien éramos hace quince años.

Por todo eso, hoy quiero dar las gracias a quienes me dejaron, a quienes me hicieron sufrir, a quienes me traicionaron. Quizás tuvieron sus razones, tal vez también tenían entonces quince años o les gustaban demasiado las películas románticas. A lo mejor esperaban escuchar un trémolo de violines que nunca sonó. O simplemente, yo no les gustaba lo suficiente. O nada. También es buena una cura de humildad. Y quiero del mismo modo pedir disculpas a quienes correspondí con la misma moneda. A quienes hice daño. A quienes enterré en le patio de mi casa. A quienes negué para siempre. A quienes no quise escuchar. Sin ironía ni rencor. Sin justicia poética. Por poner las cosas en su sitio. Porque Once es muy bonita. Pero en el fondo, Les chansons d'amour me convence más. Y es más real en su irrealidad.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

dos preguntas: ¿existe la justicia poética en el amor? y otra, más importante aún: ¿¿¿¿te gusta Calamaro????
(rocYo)

Anónimo dijo...

BRAVO!!!! me he levantado del sofá para aplaudir. Lo he leido a toda velocidad y he acabado entusiasmado. Da la impresión que de que lo has escrito igual... de un tirón y lleno de entusiasmo, despues de ver una de esas películas (por cierto las quiero ver todas:).

sturm und drang (Joaquín:)

digital kaleigh dijo...

¿Son realmente los amores imposibles o es que tenemos miedo de hacerlos posibles? ¿Hasta que punto nos conformamos con lo que tenemos porque lo que se encuentra fuera de nuestra círculo de seguridad nos da un miedo aterrador?
Sea lo que sea, adoro las historias de amores imposibles...

Eugenio Manuel dijo...

Los fracasos son el único libro de instrucciones para aprender a amar. La única justica en el desamor es la desmemoria. Lo demás son premios de consolación.