lunes, 8 de febrero de 2010

Rencor


-Esta vez no daré mi brazo a torcer - dijo ella, y se sentó junto al teléfono, esperando una llamada de disculpa.


Y esperó y esperó, y pasaron horas, días y semanas. Y las semanas se hicieron meses y los meses, años. Y con las canas y la vejez llegó el olvido, porque con el paso del tiempo había olvidado el motivo de la disputa, qué debía perdonar, y lo que era peor, de quién había esperado inútilmente una disculpa toda su vida.

1 comentario:

Unknown dijo...

¿y qué le ocurrió a la persona que le hizo algo?